viernes, 9 de enero de 2009

Hace 45 años fallecía el hombre al que debemos el privilegio de contar con un Museo de la Caricatura



Ilustraciones: Severo Vaccaro, fundador de imprentas y organizador de empresas periodísticas, a través de una caricatura realizadfa por H. Burnet Merlin, en 1959; Vicente Vaccaro, hermano de Severo y fundador del Museo de la Caricatura, en una foto tomada en 1943; Emblema del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, creado por Siulnas en 1981.


El 9 de enero de 1964 fallece Vicente Vaccaro; yo tuve el privilegio de conocerlo en 1952, y digo el privilegio, porque a él –un doctor en química que nada tenía que ver con la actividad caricaturesca- debemos el máximo recinto que posibilita el reconocimiento mundial de los caricaturistas argentinos, mucho más allá de su vigencia cronológica.

Pero dejenme remontarme al comienzo de esta historia tan especial para los que nos dedicamos al humor.

“EL GERMEN DE UN CAUDILLO”

Tal vez en los comienzos de su tránsito por Buenos Aires, durante la penúltima dècada del siglo XIX, el caricaturista español Manuel Mayol no alcanzaba a entender por qué llamaba tanto su atención aquel pequeñuelo que vendía periódicos; lo comprendió recién en 1898, cuando lo volvió a ver –ya convertido en un hombre- como “encargado de la venta” (algo equivalente a lo que después se conocería como “distribuidor”) de la flamante revista “Caras y Caretas”, de la que Mayol fue inicialmente el dibujante principal. No se había equivocado al entrever en el ex vendedor de periódicos cuyo nombre, Severo Vaccaro, “sonaba con predferencia”, el “germen de un caudillo” puesto después en evidencia con la fundación de imprentas y organización de empresas periodísticas, entre otras actividades.

Pero la vinculación del encargado de la venta con el semanario festivo fundado por Eustaquio Pellicer y dirigido por José S. Alvarez (“Fray Mocho”) tendría una derivación insospechada: relacionado con muchos de los caricaturistas del semanario que solían obsequiarle dibujos, tras su muerte, acaecida en junio de 1945, su hermano Vicente –químico, botànico y empresario a cargo, a partir de entonces, de la Casa de Cambio de Monedas y Publicidad General, ubicada en Avenida de Mayo 628- se entusiasmó con esas caricaturas en las que tal vez no había reparado en vida de Severo.

Y empezó por enmarcarlas y colgarlas contra la pared del lado izquierdo del largo corredor, frente mismo a las ventanillas donde la gente iba a comprar o vender dólares y otras monedas extranjeras.

Muchos de esos clientes –circunscriptos a lo suyo- ni siquiera reparaban en los dibujos que se destacaban a su espalda.

Pero hubo en aquellos días quienes, tras abandonar la respectiva ventanilla, se volvían sobre su espalda con curiosidad, al comprobar que el tema de la libra y el dòlar aplastando al peso arghentino hacia el final de las primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, también podía encararse festivamente como lo había hecho Eduardo Alvarez en 1921. Y ya que estaban, miraban lo demás…

NACE EL MUSEO

Lo cierto es que entre las caricaturas “heredadas”, las que comenzaron a donar algunos allegados y dibujantes de paso entusiasmados con la idea de figurar en esa insólita “galería”, y las “copias” que cuando aflojaba el trabajo publicitario Vicente Vaccaro encomendaba al cuerpo de dibujantes –Nicolás Greco Vaccaro (su sobrino), Hèctor Accetta, Alberto Alfano y Fornés- a partir de una simple reproducción de originales irrecuperables, a comienzos de 1952 la casa de cambio contaba con más de 50 caricaturas, siendo necesario expandirse con la muestra más allá del largo corredor; y el 9 de abril de 1952, con 54 originales entre los que no faltaban dibujos del ya mencionado Alvarez, Víctor Valdivia, Julio Málaga Grenet, Guillermo Divito, Juan Zorazábal, Pelele (Pedro A. Zavalla), Ramón Columba, Alejandro Sirio y el propio Walt Disney, la Casa de Cambio de Moneda con caricaturas en las paredes inauguraba “formalmente”, aunque en forma discreta, su museo anexo, de modo que para quienes llegaban únicamente a las ventanillas de cambio el local de Avenida de Mayo 628 seguía siendo la Casa de Cambio Vaccaro, en tanto quienes pasaban a la trastienda se consideraban visitantes del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, materializàndose con esta advocación el segundo “homenaje fraternal” post mortem, ya que el primero habìa sido “Páginas dispersas”, un libro de 340 páginas donde el químico compiló los escritos periodìsticos de su hermano.

Habituales concurrentes eran, además de un grupo creciente de dibujantes, figuras dfe la literatura como Narciso Márquez, Pedro José Cohucelo, Roberto F. Giusti, Adolfo Lanús y Serviliano Solís, entre otros; también lo hacían figuras relevantes del campo científico como Bernardo A. Houssay y Luis Federico Leloir.

No eran tiempos muy propicios para la caricatura, y menos para caricaturistas como Tristán -definitivamente “marcado” por el oficialismo a raíz de sus dibujos en “La Vanguardia”- un asiduo concurrente a esas reuniones, y el museo se desenvolvía por aquellos años dentro de un entorno, si no clandestino, en cierta forma reservado.

Ello no le impedía a Vicente Vaccaro incrementar el patrimonio del Museo, ya que estaba constantemente atento a los anuncios en las carteleras de exposiciones para localizar otros caricaturistas, invitarlos a conocer el museo, y a colaborar. “La colaboración solicitada es fácil comprender en qué consiste –explicaba el escritor Narciso Márquez-: en pedir, “pechar”, según es el léxico adecuado, caricaturas”.

Con ese sencillo método, además de las donaciones individuales aisladas, logró otras conjuntas, por ejemplo, numerosas obras exhibidas en dos expoisciones sucesivas organizadas por mí conjuntamente con Marcos Siderman y el “Mono” Villanueva que se sumó posteriormente, entre agosto y setiembre de 1953 en la desaparecida Galería Picasso (instalada por entonces en Florida 363) y otras tantas de una muestra inernacional inaugurada en el Salòn Peuser el 16 de junio de 1955, el mismo día en que aviones de ataque en picada contra la casa de Gobierno provocaron una verdadera masacre entre las mujeres, hombres y niños que aguardaban o descendían de los vehículos de transporte en los alrededores de Plaza de Mayo; su posterior exhibición permanente en el Museo, permitió apreciar las obras en mejores circunstancias.

UNA NUEVA ETAPA

Al fallecer imprevistamente Vicente Vaccaro, en enero de 1964, su sobrino Nicolás Greco se erige en “custodio” alcanzando cierto protagonismo en algunos medios gràficos, que interrumpe la resuelta demolición del viejo local de la Avenida de Mayo, debiendo ser trasladados a la casa “paterna” de Estados Unidos 2162, caricaturas, archivos y material informativo a la espera del edificio adecuado, lo que ya figuraba en los planes de su fundador, quien antes de morir había dado instrucciones con tal fin a su otro sobrino y albacea, Victorino Greco Vaccaro, adquirièndose una vieja casona en la calle Lima 1037 del barrio de Constitución, a inaugurar a comienzos de 1982.

Por segunda vez me vería ligado con el progreso del Museo de la Caricatura, ahora directamente convocado por un representante de los Vaccaro de la “tercera generación”, o sea de mi edad.

Y asì como antes me había sorprendido el entusiasmo de un químico y botánico por el arte de la caricatura, ahora me sorprendía, en cierta forma, el entusiasmo inicial de Luis Fernández Vaccaro, un abogado a cargo de la fundación que acompañaría mi propio entusiasmo volcado en una asesoría ad honorem que se prolongó por dos años durante los cuales el museo tuvo por primera vez un lujoso catálogo ilustrado y un boletín periódico informativo del que llegaron a aparecer 5 nùmeros, merced a algunos avisadores que actuaron como “mecenas”.

Una nueva generación auspiciosamente entusiasta se preocupa actualmente por preservar y enriquecer ese patrimonio de la creatividad, constituido por maestros caricaturistas que desde hace más de dos siglos nos han venido mostrando la otra cara –muchas veces más creíble- de la historia argentina, testimoniada gracias a este único museo privado de la caricatura –(un intento de creación del Museo Municipal de la Caricatura en 1958 siendo secretario de Cultura Aldo A. Cocca, lo mismo que el Museo del Humorismo Gràfico y la Historieta proyectado en 1985 por Mario O´Donell, quedaron en la nada)-, un Museo de la Caricatura que nació en el pasillo de una casa de cambio, por iniciativa de un químico, botànico y empresario. (siulnas)

2 comentarios:

TRIANA dijo...

MUY BUENA INFO SOBRE LA CARICATURA ARGENTINA AL DE ESTE BLOG, FELICITACIONES, INVITADISIMO AL MIO Y SALUDOS DESDE COLOMBIA!!!

Siulnas dijo...

Agradezco el elogio de Triana en nombre propio, pero fundamentalmente en nombre de mis colegas de todos los tiempos, cuya obra es mi objetivo exaltar, finalidad que me llevó hace tres dècadas, a encarar la realización de la Historia del Humor gràfico y escrito en la Argentina, cuyos dos primeros tomos publicados hasta ahora cubren el período que va desde 1801 hasta 1985.
Uno de los objetivos de este Blog es el acercamiento con quienes incursionan en el género a partir de 1986, que serán los protagonistas de ese tercer tomo a publicar.
Indíqueme cómo ingresar a su Blog y lo visitaré con mucho gusto.
Siulnas