sábado, 24 de enero de 2009
¿Qué le voy a hacer si soy un “hombre de Crítica”
Ilustraciones: 1, Uno de los títulos dibujados por Siulnas para la primera plana de “Crítica”; 2, ilustración humorística de Siulnas para la página hípica; 3, la llegada de la Primavera vista por los dibujantes de “Crítica” en 1957: participan Héctor Rodriguez, Miguel Gordon, Pascual Güida, Lorenzo Molas, Carlos Garaycochea y Siulnas; 4, la visita de la actriz Gina Lollobrígida a la Argentina en 1954, comentada por los dibujantes de “Crítica” Siulnas, Molas, Güida, Héctor y dos invitados: Divito y Adolfo Mazzone; 5, Ilustración de Siulnas para la sección “Alma Torera”.
En la edición Nº 611 de DEMOCRACIA, un periódico que circula en el Conurbano Bonaerense, manifesté mi decepción al comprobar que el nuevo diario “Crítica” anunciado por Lanata, estaba totalmente despojado de su contexto histórico. Ahora se abre ante mí –“hombre de Crítica” (estigma que me ha acompañado toda la vida)- una nueva expectativa al tomar conocimiento a través del último número de ese mismo periódico, que según un fallo judicial, la palabra “Crítica” sólo podrá ser usada por un señor llamado Javier Alberto Toro, bajo cuya conducción el legendario diario, tal como lo imaginó y realizó Natalio Botana, reaparecería en el mes de marzo. De ser cierta la información aparecida en “Democracia”, esperaré esa reaparición con el interés que sólo puede mantener –como ya me autodefiniera- “un hombre de Crítica”, porque quienes hemos formado parte del staff de ese diario, no fuimos “hombres de Crítica”; somos “hombres de Crítica”, porque no hubo otro diario como “Crítica”, donde, como bien lo señaló mi inolvidable amigo Helvio “Poroto” Botana –uno de los hijos del fundador del diario–, en Crítica no se forzaba a nadie con horarios. Cada uno se sabía responsable. Se respetaban los valores y también las debilidades. Muchos ni tenían escritorio. Escribían cuando tenían ganas…”
EL DIARIO “CRITICA” Y YO
Mi ofrecimiento de dibujos en el diario “Crítica” –donde me atendió el dibujante Silvio Della Porta, quien me derivó a su compañero Oscar Olivella– me permitió ponerme en contacto con un tercer dibujante que necesitaba un ayudante para trabajar con él en una pequeña agencia de publicidad que había instalado por su cuenta.
Se trataba de Roberto Olivella, quien tiempo después facilitaría mi ingreso a “Crítica”, donde él era muy respetado como diagramador –especialmente por su colega Enrique Salís–, y al mismo tiempo muy criticado por sus prolongadas ausencias; era además, un excelente dibujante de caballos de carrera y a él le encomendaba Diego Baamonde las ilustraciones para su página hípica; también era dibujante publicitario y tenía una pequeña agencia que trataba de atender el mayor tiempo posible, por lo que llegaba al diario muy temprano, dejaba el sombrero sobre su escritorio para que creyeran que se hallaba en el edificio, y se retiraba hasta que terminaba su turno, volviendo entonces para recoger su sombrero. Conviene recordar que “Crítica” funcionaba en el edificio de Avenida de Mayo 1333, con entrada también por la calle Rivadavia, y que la única interconexión directa entre los distintos pisos, la proporcionaban los tubos neumáticos que transportaban los textos enrollados, entre la Redacción y el taller tipográfico. Es cierto que se podía acudir a los teléfonos internos, pero la búsqueda por las distintas secciones podía volverse muy tediosa, sobre todo si el buscado contaba con algunas complicidades como para que se comunicara:
–Acaba de salir de esta sección…
LA GENTE DE “CRÍTICA”
Hermindo Castex era un jefe de redacción muy activo, pero falto de carácter para imponerse a los que habían sido sus compañeros, antes que lo ascendieran; entonces, cuando se disgustaba porque ellos llegaban pasadas las once y media de la mañana, prefería recriminarme a mí que lo había hecho a las 10.45. Era más fácil conmigo: los años que yo tenía de edad, los demás los tenían de antigüedad en el empleo… Aunque lo cierto es que tanto ellos como yo hubiéramos tenido que llegar a las 9 de la mañana.
Pero pese a nuestras diferencias, Castex y yo teníamos en común nuestro afecto por los perros. Un día en que le conté mi desagrado ante un procedimiento sumamente arbitrario de los hombres de la perrera del que había sido testigo en el barrio de Caballito, sin esperar más detalles llamó a Edmundo Campagnale –que integraba la sección Deportes del diario, a la vez que ocupaba un cargo en la Municipalidad porteña– para que gestionara la libertad del perro.
La persona que me trató con más respeto profesional, a pesar de que en esa época yo era considerado “el pibe”, fue sin lugar a dudas, el jefe de Deportes: Hugo Marini. Marini tenía una caballerosidad difícil de hallar entre otros periodistas. “Este hombre calvo, de ojos salientes y sonrisa fatigada”, como lo “retrató” Abel Santa Cruz, recibió en 1951 un homenaje registrado por el mismo Santa Cruz en su columna de la revista “La Cancha”, ilustrado por mí con justificado aprecio.
Integraban el equipo de redacción deportiva, entre otros, el autor de tangos Alfredo Bigeschi, y uno de los posteriores integrantes de la incipiente televisión nacida en nuestro país en 1951: Conrado Diana Costa, conductor junto a Pipo Mancera y a Jaime Jacobson –padre del actual conductor del noticiero de canal 11–, del programa “Pantalla Gigante”. Por esa época, los domingos a la tarde, llegaba a la redacción desde la cancha de fútbol a la que había sido asignado, Bernardo Neustadt, que era cronista volante, y mecanografiaba su crónica sin cambiar una sola palabra con los demás. Y solía asomarse a la gran sala, de puro curioso, el ayudante de fotógrafo Héctor Ricardo García.
Pasillo por medio estaba el otro gran salón en el que funcionaba la Redacción general comandada por Castex, donde uno de los redactores principales –Ignacio Covarrubias–, en los meses de verano, se sentaba como Buda, en calzoncillos, arriba del escritorio del secretario de redacción, para recibir instrucciones sobre los temas a que debía referirse, en tanto el republicano exiliado Clemente Cimorra, siempre bien trajeado y con un clavel rojo en la solapa, se paseaba por el salón mientras se inspiraba para su próxima nota…
Yo tenía una buena relación con el crítico cinematográfico Roland (Rolando Fustinana) porque, conocedor de mi admiración por Walt Disney, me obsequiaba todas las fotos de sus películas enviadas por la distribuidora, después que se publicaban.
También contaba con la valiosa ayuda del crítico musical Jorge D’Urbano, a quien recurría cada vez que para alguno de mis dibujos humorísticos, necesitaba asesoramiento técnico musical.
En cuanto a la gente de mi sección (Dibujantes), tras la muerte de Don Pedro Rojas –acaecida antes de mi ingreso al diario– su puesto había quedado vacante, y Pascual Güida se hizo cargo de las “reconstrucciones” gráficas de hechos salientes, siendo nombrado algún tiempo después nuevo jefe de dibujantes, título que en la práctica no alteró en lo más mínimo su desenvolvimiento habitual, ya que las directivas partían siempre de la secretaría de Redacción.
A Güida le divertía mucho conversar sobre temas sexuales y escatológicos, pero lo hacía como si se tratara de una justa deportiva con sus interlocutores; finalmente consultaba su reloj de oro y se despedía hasta el día siguiente, si antes no era llamado para dibujar la reconstrucción de una catástrofe recién recogida por la teletipo.
En una oportunidad en que participaba de esas charlas el poeta Horacio Rega Molina (que en “Crítica” se ocupaba de adaptar los textos de las historietas extranjeras que diagramaba y rearmaba Jaime Nadal), yo, que pecaba de lirismo y me había sentido muy impactado al leer en la víspera una de sus poesías publicada por la revista “Lyra”, me manifesté sorprendido de que un “fino poeta” pudiera expresarse de esa manera. Como es dable imaginar, mi comentario provocó la carcajada y la burla de los presentes, lo que me hizo sentir en ese momento profundamente humillado.
PRIMERA INCURSIÓN EN EL HUMOR POLÍTICO
Tras el cambio de gobierno en setiembre de 1955, por primera vez el prosecretario de redacción, Romero, decidió utilizarme como caricaturista político.
Hasta ese momento esa tarea había estado reservada a Pascual Güida, Héctor Rodríguez y Lorenzo Molas, y no se me ocultaba que mi oportunidad surgía precisamente porque estos dibujantes habían sido demasiado utilizados para hacer chistes a favor del recién depuesto presidente Juan Domingo Perón, y resultaría casi grotesco ver sus mismos estilos en temas cuyo enfoque empezaba a ser diametralmente opuesto al de días anteriores.
Mis primeras caricaturas políticas fueron tan bien recibidas que una de ellas se publicó en primera plana con una glosa de Ignacio Covarrubias, así que me esmeré para poder seguir ocupando esos lugares de preferencia.
Un día, tomando la iniciativa (ya que habitualmente era Romero quien me sugería los temas), fui a proponerle al prosecretario algo de actualidad. Claro que considerando que había llegado el momento de hacer chistes con quienes detentaban el poder en ese momento, el personaje de mi idea era el presidente Aramburu. No obtuve una respuesta inmediata; en realidad, no la obtuve nunca. O sí; porque jamás volvieron a pedirme un chiste político.
Seguí, pues, diagramando páginas, retocando fotografías y dibujando títulos; precisamente estos últimos me permitirían llevar adelante un plan.
Tras la asunción del nuevo gobierno, comenzó a dirigir el diario, el poeta Marcelo Uribe, de quien supe era un gran admirador de Oski. Mis títulos dibujados habían adquirido cierta personalidad, ya que había reemplazado la rigidez de la escuadra y el tiralíneas (¡qué difícil es hacer entender esto a las generaciones que debutaron profesionalmente con el “mouse”!), por un trazo ondulatorio que daba a las letras cierto aire festivo, especial para los títulos deportivos que publicaba “Crítica”, pero además comencé a complementar esos títulos con “monos” alusivos: el profesor, si se hablaba de Racing; el diablo, si se hablaba de Independiente; el millonario, si se hablaba de River; el fainero, si se hablaba de Boca… etc. Claro que por primera vez esos monos (que obviamente no firmaba por ser parte de los títulos) no conservaban mi estilo. Eran una réplica de los dibujos de Oski, y si bien me avergonzaba un poco tomar en préstamo su estilo por algunos días, me consolé pensando que debía avergonzarme menos que los que habiéndolo tomado en préstamo, después se quedaron con él.
Lo cierto es que con mis dibujos al estilo Oski, logré atraer la atención del director del diario, quien me llamó para plantearme el problema de esa semejanza. Prosiguiendo mi plan, prometí tratar de apartarme de la “influencia” del destacado humorista, y conseguí que se me asignara en forma estable, las viñetas de la sección “Hoy”, que escribía Enrique Pérez Marilú, bajo el seudónimo de Martín Cruz (también solía usar el de Silvestre Otazú), las de “Alma Torera”, que en esa época estaban a cargo de Eliseo Montaine, y las de una sección titulada “Página 3”, que supervisaba directamente José Edmundo Clemente, entonces subdirector del diario.
La ayuda que sin saberlo me brindó Oski, me permitió publicar esos “monos realizados con un estilo personalísimo”, como los definirían en la revista “Dibujantes” en abril de 1957.
Permanecí en “Crítica” hasta enero de 1958, en que se liquidó la cadena de diarios de C.A.D.E.P.S.A., y fui indemnizado (en esa época corrían los seis meses de preaviso y un mes por cada año de trabajo), con lo cual vislumbré la posibilidad de trabajar con cierta independencia. Pero nunca dejé de sentirme un hombre de “Crítica” (a pesar de ser considerado un “dinosaurio” por mis compañeros de otras empresas en las que trabajé posteriormente, cada vez que rememoraba algo relacionado con ese diario.
Ciertamente, no hubo otro diario como “Crítica”, hasta que en el ’57 se liquidó la “cadena” y lo compró Nudelman, convirtiéndolo en la versión gráfica más antigua de “La Prensa”, así como Lanata intentó convertirlo en “Página/12”.
Si se concreta la información de “Democracia”, ¿“Crítica” volverá a ser “Crítica”?
martes, 20 de enero de 2009
Proyectos de interés para los editores ante la cercanía del Bicentenario
Con el transcurrir del tiempo, he llegado yo a estar atento al surgimiento de nuevos humoristas, aunque no con vistas a incorporarlos a otro museo, sino a mi Historia del Humor gràfico y escrito en la Argentina, en cuyos dos primeros tomos alcancé a reunir a casi todos (la intención ha sido y sigue siendo a todos) los que incursionaron en el género desde 1801 hasta 1985.
Hoy la búsqueda continúa, facilitada por la colaboración del Museo de la Caricatura y por medios modernos, como este Blog, que me posibilitan contactarme aún con los nuevos humoristas no vinculados a mi entorno, de manera mucho más directa que antes. El humor gráfico y escrito en la Argentina de 1986 (hasta el año anterior fue cubierto en lo ya publicado) al año del Bicentenario permitirá mantener actualizada esta Historia que ojala nunca termine, porque como bien lo señalara el inolvidable dibujante Lino Palacio en la inauguración de la nueva sede del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro: “Cada caricatura es una pàgina de filosofía, una pàgina de psicología, y los dibujantes humoristas no nos damos cuenta de lo que representamos en el mundo, porque hacer reìr… no digo hacer reír, hacer sonreír, es una obra de amor, y creo que nosotros al hacer lo que hacemos, estamos dando a la gente que nos rodea, unos momentos de sosiego, de paz, de tranquilidad, y además una sonrisa en medio de todo.”
lunes, 19 de enero de 2009
Invitación que agradezco
He sido invitado a recorrer “para cuando tenga tiempo y paciencia” el sitio orquideomaidana.8k.com “Allí encontrará cosas al menos raras, si no interesantes”, promete su autor, José M. Massaroli, dibujante oriundo de Ramallo (Pcia. de Buenos Aires), de profusa actividad desde 1973, en que integró el equipo que dibujaba para García Ferrè, Hijitus y Larguirucho.Pero voy a ocuparme específicamente del personaje del sitio, a quien yo he analizado en mi libro “El Tango en el humor gráfico y escrito” (Ediciones Club de Tango. 1994):“Orquídeo Maidana, creado para “Caras y Caretas” (3ª época) –aunque después aparecerá en el diario “La Voz”- en junio de 1982, por uno de los humoristas jòvenes que uno supone más identificado con los ritmos modernos; se trata de José M. Massaroli, quien delega la presentación de su personaje –apócrifamente, claro- en Jorge Luis Borges:“Me acuerdo. Fue en Villa Ortuzar / en una noche lejana… / que alguien dejó caer el nombre… / de un tal Orquídeo Maidana. / Algo se dijo también / De una esquina y un cuchillo…”Orquídeo Maidana tiene algunas amiguitas de la misma generación de Massaroli, y no es raro que en un salón de baile una de ellas le proponga:“¡Achica el pánico, Orquie! ¡Dale, zarpate! ¡Es la New Wave!”Y cuando él, a su vez, le quiere enseñar a bailar el tango, su compañera protesta:“¡Pero esto es una lágrima! ¡Me da la pálida! ¡Es un quemo total! ¡Lo out!”Mas, a pesar de estas “rayadas” –como opina Orquìdeo- el tango sigue firme.”
El 25 de Mayo y el humor a través de la historia
La temática de este proyecto está a la vista. Lo que va a estar a la vista finalmente, es el resultado de la investigación y recopilación que vengo realizando desde que tomé conciencia del privilegio que nos depara el próximo año: la celebración del Bicentenario de una fecha fundamental para la Argentina, que felizmente, a través de los años, tampoco pudo escapàr al humor.
viernes, 9 de enero de 2009
Hace 45 años fallecía el hombre al que debemos el privilegio de contar con un Museo de la Caricatura
Ilustraciones: Severo Vaccaro, fundador de imprentas y organizador de empresas periodísticas, a través de una caricatura realizadfa por H. Burnet Merlin, en 1959; Vicente Vaccaro, hermano de Severo y fundador del Museo de la Caricatura, en una foto tomada en 1943; Emblema del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, creado por Siulnas en 1981.
El 9 de enero de 1964 fallece Vicente Vaccaro; yo tuve el privilegio de conocerlo en 1952, y digo el privilegio, porque a él –un doctor en química que nada tenía que ver con la actividad caricaturesca- debemos el máximo recinto que posibilita el reconocimiento mundial de los caricaturistas argentinos, mucho más allá de su vigencia cronológica.
Pero dejenme remontarme al comienzo de esta historia tan especial para los que nos dedicamos al humor.
“EL GERMEN DE UN CAUDILLO”
Tal vez en los comienzos de su tránsito por Buenos Aires, durante la penúltima dècada del siglo XIX, el caricaturista español Manuel Mayol no alcanzaba a entender por qué llamaba tanto su atención aquel pequeñuelo que vendía periódicos; lo comprendió recién en 1898, cuando lo volvió a ver –ya convertido en un hombre- como “encargado de la venta” (algo equivalente a lo que después se conocería como “distribuidor”) de la flamante revista “Caras y Caretas”, de la que Mayol fue inicialmente el dibujante principal. No se había equivocado al entrever en el ex vendedor de periódicos cuyo nombre, Severo Vaccaro, “sonaba con predferencia”, el “germen de un caudillo” puesto después en evidencia con la fundación de imprentas y organización de empresas periodísticas, entre otras actividades.
Pero la vinculación del encargado de la venta con el semanario festivo fundado por Eustaquio Pellicer y dirigido por José S. Alvarez (“Fray Mocho”) tendría una derivación insospechada: relacionado con muchos de los caricaturistas del semanario que solían obsequiarle dibujos, tras su muerte, acaecida en junio de 1945, su hermano Vicente –químico, botànico y empresario a cargo, a partir de entonces, de la Casa de Cambio de Monedas y Publicidad General, ubicada en Avenida de Mayo 628- se entusiasmó con esas caricaturas en las que tal vez no había reparado en vida de Severo.
Y empezó por enmarcarlas y colgarlas contra la pared del lado izquierdo del largo corredor, frente mismo a las ventanillas donde la gente iba a comprar o vender dólares y otras monedas extranjeras.
Muchos de esos clientes –circunscriptos a lo suyo- ni siquiera reparaban en los dibujos que se destacaban a su espalda.
Pero hubo en aquellos días quienes, tras abandonar la respectiva ventanilla, se volvían sobre su espalda con curiosidad, al comprobar que el tema de la libra y el dòlar aplastando al peso arghentino hacia el final de las primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, también podía encararse festivamente como lo había hecho Eduardo Alvarez en 1921. Y ya que estaban, miraban lo demás…
NACE EL MUSEO
Lo cierto es que entre las caricaturas “heredadas”, las que comenzaron a donar algunos allegados y dibujantes de paso entusiasmados con la idea de figurar en esa insólita “galería”, y las “copias” que cuando aflojaba el trabajo publicitario Vicente Vaccaro encomendaba al cuerpo de dibujantes –Nicolás Greco Vaccaro (su sobrino), Hèctor Accetta, Alberto Alfano y Fornés- a partir de una simple reproducción de originales irrecuperables, a comienzos de 1952 la casa de cambio contaba con más de 50 caricaturas, siendo necesario expandirse con la muestra más allá del largo corredor; y el 9 de abril de 1952, con 54 originales entre los que no faltaban dibujos del ya mencionado Alvarez, Víctor Valdivia, Julio Málaga Grenet, Guillermo Divito, Juan Zorazábal, Pelele (Pedro A. Zavalla), Ramón Columba, Alejandro Sirio y el propio Walt Disney, la Casa de Cambio de Moneda con caricaturas en las paredes inauguraba “formalmente”, aunque en forma discreta, su museo anexo, de modo que para quienes llegaban únicamente a las ventanillas de cambio el local de Avenida de Mayo 628 seguía siendo la Casa de Cambio Vaccaro, en tanto quienes pasaban a la trastienda se consideraban visitantes del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, materializàndose con esta advocación el segundo “homenaje fraternal” post mortem, ya que el primero habìa sido “Páginas dispersas”, un libro de 340 páginas donde el químico compiló los escritos periodìsticos de su hermano.
Habituales concurrentes eran, además de un grupo creciente de dibujantes, figuras dfe la literatura como Narciso Márquez, Pedro José Cohucelo, Roberto F. Giusti, Adolfo Lanús y Serviliano Solís, entre otros; también lo hacían figuras relevantes del campo científico como Bernardo A. Houssay y Luis Federico Leloir.
No eran tiempos muy propicios para la caricatura, y menos para caricaturistas como Tristán -definitivamente “marcado” por el oficialismo a raíz de sus dibujos en “La Vanguardia”- un asiduo concurrente a esas reuniones, y el museo se desenvolvía por aquellos años dentro de un entorno, si no clandestino, en cierta forma reservado.
Ello no le impedía a Vicente Vaccaro incrementar el patrimonio del Museo, ya que estaba constantemente atento a los anuncios en las carteleras de exposiciones para localizar otros caricaturistas, invitarlos a conocer el museo, y a colaborar. “La colaboración solicitada es fácil comprender en qué consiste –explicaba el escritor Narciso Márquez-: en pedir, “pechar”, según es el léxico adecuado, caricaturas”.
Con ese sencillo método, además de las donaciones individuales aisladas, logró otras conjuntas, por ejemplo, numerosas obras exhibidas en dos expoisciones sucesivas organizadas por mí conjuntamente con Marcos Siderman y el “Mono” Villanueva que se sumó posteriormente, entre agosto y setiembre de 1953 en la desaparecida Galería Picasso (instalada por entonces en Florida 363) y otras tantas de una muestra inernacional inaugurada en el Salòn Peuser el 16 de junio de 1955, el mismo día en que aviones de ataque en picada contra la casa de Gobierno provocaron una verdadera masacre entre las mujeres, hombres y niños que aguardaban o descendían de los vehículos de transporte en los alrededores de Plaza de Mayo; su posterior exhibición permanente en el Museo, permitió apreciar las obras en mejores circunstancias.
UNA NUEVA ETAPA
Al fallecer imprevistamente Vicente Vaccaro, en enero de 1964, su sobrino Nicolás Greco se erige en “custodio” alcanzando cierto protagonismo en algunos medios gràficos, que interrumpe la resuelta demolición del viejo local de la Avenida de Mayo, debiendo ser trasladados a la casa “paterna” de Estados Unidos 2162, caricaturas, archivos y material informativo a la espera del edificio adecuado, lo que ya figuraba en los planes de su fundador, quien antes de morir había dado instrucciones con tal fin a su otro sobrino y albacea, Victorino Greco Vaccaro, adquirièndose una vieja casona en la calle Lima 1037 del barrio de Constitución, a inaugurar a comienzos de 1982.
Por segunda vez me vería ligado con el progreso del Museo de la Caricatura, ahora directamente convocado por un representante de los Vaccaro de la “tercera generación”, o sea de mi edad.
Y asì como antes me había sorprendido el entusiasmo de un químico y botánico por el arte de la caricatura, ahora me sorprendía, en cierta forma, el entusiasmo inicial de Luis Fernández Vaccaro, un abogado a cargo de la fundación que acompañaría mi propio entusiasmo volcado en una asesoría ad honorem que se prolongó por dos años durante los cuales el museo tuvo por primera vez un lujoso catálogo ilustrado y un boletín periódico informativo del que llegaron a aparecer 5 nùmeros, merced a algunos avisadores que actuaron como “mecenas”.
Una nueva generación auspiciosamente entusiasta se preocupa actualmente por preservar y enriquecer ese patrimonio de la creatividad, constituido por maestros caricaturistas que desde hace más de dos siglos nos han venido mostrando la otra cara –muchas veces más creíble- de la historia argentina, testimoniada gracias a este único museo privado de la caricatura –(un intento de creación del Museo Municipal de la Caricatura en 1958 siendo secretario de Cultura Aldo A. Cocca, lo mismo que el Museo del Humorismo Gràfico y la Historieta proyectado en 1985 por Mario O´Donell, quedaron en la nada)-, un Museo de la Caricatura que nació en el pasillo de una casa de cambio, por iniciativa de un químico, botànico y empresario. (siulnas)
“Dos piezas de museo”
Este dibujo realizado en 1952 por Ramón Columba, el inolvidable autor de “El Congreso que yo he visto” tiene un valor testimonial, ya que en más de una oportunidad la crónica recogió la versión de que el Museo de la Caricatura había sido creado “por la iniciativa de Don Vicente Vaccaro y del maestro Ramón Columba”. En “Dos piezas de Museo”, Columba reconoce con toda hidalguía que le han “ganado de mano”, lo cual no descarta que ambos hayan podido coincidir en la idea, ni mermó el entusiasmo con que el veterano caricaturista contribuyó a dar forma concreta a este original museo.(siulnas)
viernes, 2 de enero de 2009
Un día como el…
…3 de enero, hace 46 años: Fallecía el dibujante peruano Julio Málaga Grenet. Fue uno de los grandes dibujantes de “Caras y Caretas”a partir de su llegada a Buenos Aires en 1909. Despuès conquistò París, donde se lo calificó como el “mago del lápiz”.
…9 de enero, hace 45 años: Fallecía Vicente Vaccaro. Fundador del Museo de la Caricatura, que puso bajo la advocación de su hermano Severo Vaccaro, era en realidad un químico al que atraía mucho la botánica; sin embaro consideraba al Museo el mayor de sus bienes, aseguràndole antes de su muerte, continuidad en una sede propia.
…10 de enero, hace 24 años: Fallecía José Luis Salinas. Habiéndose iniciado en publicidad en 1929 ingresó en 1936, a “Patoruzú”, donde primeramente publicó Hernán el corsario, siendo después uno de los realizadores de la historieta Ellos. Es muy destacable su humor con animales humanizados que realizó varios años en el Libro de Oro “Patoruzú” y aplicó entre otras, a una campaña publicitaria para el Chocolate Aguila. Entre 1949 y 1968, contratado por la King Features Syndicate realizò Cisco Kid
…16 de enero, hace 38 años: Fallecía Juan Gálvez Elorsa (Fantasio). Dibujante chileno radicado en Argentina desde 1933, colaboró en las principales publicaciones de la Argentina y llegó a integrar la comisión directiva de la Asociación de Dibujantes de la Argentina. Su historieta màs recordada ha sido Tancredo, que se popularizó en el diario “El Mundo” y, al momemnto de su muerte, se publicaba en “Clarín”.
…17 de enero, hace 80 años: Nacía Popeye. El dibujante norteamericano Elzie Segar publicó por primera vez en el “New York Herald”, el personaje que le daría fama internacional. En la Argentina se lo conoció también con los nombres de Espinaca y Spaghetti.
…18 de enero, hace 29 años: Fallecía Carlos Raffo, periodista y humorista. Durante muchos años escribió en el semanario “Patoruzú”, Impresiones de un Marciano en Buenos Aires, que finalmente volvió a publicar en “Humorón”. También incursionó en la sátira política bajo el seudónimo El Negro del Bufet, en el mencionado semanario y en “Avivato”.
…20 de enero, hace 29 años: Comenzaba a publicarse la historieta Teodoro & Cía, del dibujante Viuti. Esta tira reemplazó en la última página de Clarín a la de Mutt y Jeff, ùnica historieta extranjera que aùn se publicaba en dicho matutino.
…21 de enero, hace 39 años: Fallecía Carlos A. Linares Quintana. Escribano de profesión, fue el creador de la historieta La Pluma Cucharita, que se publicaba en la revista escolar “Figuritas”. También realizó caricaturas políticas en los diarios “La Opinión” y “El Pueblo”.
…el 26 de enero, hace 32 años: Fallecía Tulio Lovato. Creador de la historieta Rinkel el ballenero, en “Patoruzito”, fue director general y supervisor de la tarea de los animadores de la pelìcula “Upa en apuros”. Cuando murió, Dante Quinterno maniofestó haber perdido su brazo y su pierna derechos.
…el 27 de enero, hace 36 años: Fallecía Eduardo Alvarez. Dibujante de “Caras y Caretas” llegó a ser su director en la última etapa de su primera época. También publicó en “Plus Ultra”, “El Día” (La Plata), “El Sol”, “Crítica”, “Argentina Libre” y “Antinazi”, en estas dos últimas bajo el seudònimo Reco.
…31 de enero, hace 28 años: Culminaba en “La Razón” la publicación de Lindor Covas. Después de 26 años, el dibujante Walter Ciocca puso fin a su historieta, dando paso a Ezequiel Barrales (criollo de ley), que aunque dibujada por Leandro Sesarego, fue guionada por el mismo Ciocca.(siulnas)