viernes, 16 de abril de 2010

Hacen falta caricaturistas contra el verdadero Poder




Ilustración: Un “Don Quijote” amordazado y maniatado sufre impotente la acción de la censura. Así replicó “Don Quijote”, el 17 de julio de 1892, a la acción del gobierno que buscaba acallar sus críticas.


Mucho se ha hablado de libertad de prensa y de independencia de opinión de los periodistas, y de ciertas caricaturas que constituyen “verdaderos editoriales”. Alguna vez vertí algunas reflexiones sobre la supuesta “militancia” de los caricaturistas que publican en los medios importantes; “¿es militante el caricaturista?”, me preguntaba y proyectaba mi pregunta al lector. Lo fue, durante las dos primeras presidencias de Perón, Tristán desde “La Vanguardia”. Pero no lo fueron ni lo son muchos otros caricaturistas que, aunque el lector lo ignora, son simples ejecutores que grafican las ideas de un redactor, que a diferencia del dibujante, prefiere ocultar su nombre y su participación. Claro que éste tampoco es un militante, sino el buscador de ideas que refirmen la tendencia del editor, quien generalmente está al servicio de determinados intereses económicos. Vale decir que en definitiva es el dinero el que determina cómo ha de ser una caricatura; caricatura que va produciendo una acción corrosiva en la mente del lector (verbigracia: la simbiosis de la tortuga y el ex presidente Illia alentada por militares y gremialistas golpistas, usándonos de idiotas útiles a los caricaturistas).
Entonces puede darse, lo que lamentablemente se da frecuentemente en la actualidad, y el caricaturista, como mero ilustrador de una idea ajena, queda más pegado a ésta que el propio autor, quien a su vez no hace sino reflejar la tendencia del medio en que trabaja, convirtiéndose en uno más de los que en 1938 Ernesto Morales llamó “guerrilleros literarios” y describió señalando que “al estudio que supone todo análisis de la crítica, el guerrillero literario lo sustituye con la improvisación, lo festivo y lo mordaz.”
La mendacidad sustituye entonces a la intencionalidad basada en una apreciación real de las aptitudes y actitudes del caricaturizado, lo que se agrava cuando los medios se monopolizan.
Las caricaturas de Tristán representaban una voz disidente y necesaria para toda democracia, entre los restantes medios, todos favorables a Perón. Como lo fueron las de Henri Stein en el siglo XIX, salvando las distancias ya que Stein no era precisamente un militante, y cuando en 1873 durante la campaña por la sucesión presidencial en la que “El Mosquito” había tomado partido por el alsinismo, los mitristas le ofrecieron hacer también las caricaturas para el periódico “La Presidencia”, respondió sin hesitar:
-Señor, yo soy extranjero; he venido a Buenos Aires a ganarme la vida… y no tengo inconveniente en hacer lo que me piden. Mi labor no es de político, es de dibujante y como tal, estoy a sus órdenes.
Claro que teniendo en cuenta que entre los redactores de “El Mosquito” abundaban los alsinistas, Stein usó en “La Presidencia” el seudónimo de Carlos Monet.
Ejemplo de militancia entre los caricaturistas, fueron Eduardo Sojo (Demócrito) y José María Cao (Demócrito II) que desde el periódico del primero –“Don Quijote”- jaquearon a 5 presidentes durante la publicación del mismo: Julio Argentino Roca, Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y José E. Uriburu, a pesar de ir muchas veces a prisión.
Entre la segunda mitad de la década del 40 y la primera del 50, el Poder, representado por el gobierno de turno monopolizó los medios gráficos; hoy ha hecho otro tanto el Poder, que ahora está en la vereda de enfrente del Gobierno.
Contra ese Poder también hacen falta caricaturistas como Tristán, como Eduardo Sojo, como José María Cao…

Oscar Vázquez Lucio (Siulnas)

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