Si algo me gratifica en mi tarea –que no empezó ahora, sino
en 1985, cuando publiqué, a través de Eudeba, mi Historia del humor gráfico y
escrito en la Argentina,
en dos tomos (el segundo de los cuales apareció en 1987), es que muchos de los
que me hicieron llegar datos entonces, me los actualizan ahora.
Y ello me gratifica porque me demuestra que siguen creyendo
en lo que vengo haciendo desde hace 27 años; sé que para no pocos, el tiempo
transcurrido debe parecer mi sueño irrealizable. Muchos humoristas de los aún
vigentes cuando inicié esta investigación, lamentablemente no pueden ya
verificar que su envío de datos no había sido en vano.
¿27 años es mucho tiempo para completar un Diccionario?
Acaso lo sea para una organización constituida al respecto. Pero este
Diccionario –primero, único e indispensable- es producto de un realizador
único, sin apoyo económico ni beca alguna para poder dedicarse exclusivamente a
su realización, que ama la profesión a la que ha consagrado casi siete décadas
de su vida –toda su vida profesional-, y valora plenamente tanto a sus colegas
de todos esos años como a quienes anteriormente marcaron el camino, tan
desdibujado como los nombres de muchos de ellos, que merecen ser rescatados más
allá del esfuerzo que eso signifique.
Estoy trabajando en la etapa final de mi tarea (por primera
vez puedo pensar en meses en vez de años): desarrollando redaccionalmente los
datos acumulados en todo este tiempo, con la desinteresada colaboración de
muchos dispuestos a aportar lo que cada uno recordaba o conservaba testimoniado
en alguna revista, diario o recorte que en su momento se salvó del cesto de
papeles o del “botellero” (como se conocía antes a los cartoneros). No importa
cuán poco se consiga de algunos; sí importa que se consiga al menos algo de
todos. La mayor cantidad de líneas que tengan las referencias de algunos, en
relación a las de otros no constituirá un desmerecimiento para estos últimos,
sino la consecuencia de la imposibilidad de haber obtenido más datos. No
tomarlos en cuenta para el Diccionario, por tal circunstancia, no haría más que
acentuar la deuda que con ellos tiene la posteridad por lo poco que se ha
conservado o rescatado; rescatemos al menos, sus nombres –o seudónimos- aunque
no podamos rescatar la mayor parte de su obra.
Un Diccionario del humor gráfico y escrito en la Argentina, para que no
sólo en la Argentina
sino en el resto del mundo sus artífices sean reconocidos justicieramente,
puede ser la tarea ímproba de una sola persona, aunque ello le lleve 27 años y
algunos meses, pero tanto tiempo no bastaría sin contar con la buena voluntad de
quienes han estado en contacto con humoristas –colegas o familiares-, hasta los
que no tuve oportunidad de llegar, por tiempo o por distancia.
Oscar Vázquez Lucio
(Siulnas)
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