Como lo planteaba hace más de seis décadas Adolfo Mitre, a propósito de su ilustre pariente, a Héctor Kirchner, a un año de su muerte, prefiero evocarlo en su verdad cabal, en la palpitación dramática de su alma, en la azarosa predestinación de su vida, y no deshumanizado, en la fría y rígida solemnidad de las estatuas.
Por ello a la tristeza de esta fecha, voy a oponerle el recuerdo de Lúpin, álter ego de Kirchner, presente en la primera nota que escribí tras la asunción del Presidente que cambiaría para bien a la tan maltratada Argentina y a la mayoría de sus habitantes.
Siulnas
Por una vez, defendamos a nuestro Presidente
Por Oscar Vázquez Lucio (Siulnas)
(Publicado en el diario “El Cóndor”, de Morón, el 12 de junio de 2003)
Refiriéndome a las elecciones que se llevarían a cabo el pasado 27 de abril, escribí en esta misma página el 10 de octubre del año anterior:
“Qué querríamos que surja de las próximas elecciones?... ¿Un presidente que cumpla a rajatabla lo prometido en la campaña electoral?... ¿Un presidente austero, transparente, decente y sencillo, enemigo de la ostentación y la frivolidad?... ¿Un presidente que contribuya a la humanización del poder político?... ¿Un presidente cuya autoridad no se base en el empleo de la fuerza, sino en la aplicación estricta de la ley?... ¿Un presidente que no vacile en enfrentar a inversores extranjeros, anulando contratos lesivos para nuestro país?... ¿Un presidente capaz de hacer sancionar una dura ley de medicamentos que priorice la efectividad de la Salud Pública por encima de cualquier otro interés?... ¿Un presidente con el que crezca la economía y se reduzca la deuda externa?...”
¡Ese presidente no existe!, admití que argumentaría un alto porcentaje de votantes; sin embargo había existido 40 años atrás, aunque había llegado al poder con solo el 25,8% de los votos, cuando en la ley electoral argentina no existía el ballotage. Me estoy refiriendo a Arturo Umberto Illia.
La deserción de Carlos Menem tras la primera vuelta electoral en el último comicio, conciente de que el 24,34% de los votos por él obtenidos constituían su “techo”, llevó a Néstor Kirchner a asumir la primera magistratura el último 25 de mayo, con un fuerte mensaje de cambio, en el que no es un dato menor que desde un comienzo haya puesto en práctica el punto de vista que orientó siempre el doctor Illia: “El poder hay que utilizarlo contra los poderosos, no contra el pueblo”. Kirchner es asimismo el primero en recordar, desde su implementación, el Artículo 14 bis de nuestra Constitución, lo que tampoco es un dato menor.
El voto positivo que finalmente ahogó al “Que se vayan todos” me lleva a rescatar de entre todo lo escrito sobre el tema en distintos medios, un párrafo del artículo de la periodista Anamaría Blasetti, que considero resume como pocos, la esperanza renovada –enhorabuena- del pueblo argentino: “Desde la Patagonia, como el verdadero sentimiento del águila guerrera, entremezcla de dominio, sabiduría y paz los ciudadanos levantaron a un hombre, enarbolando sus ideas de altísimo patriotismo y allí estaba él, en casi el último lugar de nuestra Nación, esperando abrir las alas de su intelecto para cambiar de una vez por todas el mal que aqueja a nuestra tierra”.
A partir de 1930, en que el crecimiento de la desocupación y el aumento del costo de vida provocaron manifestaciones callejeras, alentando el golpismo, que con distintos protagonistas se repitió después cíclicamente, agravando en vez de resolver los problemas del país, ya que los intereses extranjeros coadyuvaban a crear las condiciones internas para derrocar presidentes argentinos con la anuencia de cúpulas militares y sindicales.
Entretanto el ciudadano común, en su mayoría, sólo tenía de sus presidentes la imagen que retransmitían los caricaturistas de sus respectivas épocas. Pero Kirchner ha llegado con la caricatura “puesta”, ya que desde hace 30 años se lo conoce con el mote de “Lúpin”, el popular aviador creado por el dibujante historietista Guillermo Guerrero, y es de esperar que la Presidencia de nuestro actual mandatario termine tan bien como las aventuras de Lúpin. Y no lo digo como kirchnerista –a no confundirse- sino como argentino que espera que sus compatriotas no vuelvan a equivocarse como con Illia.
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