Publicada el 22 de enero de 1946, una caricatura alentada por la oposición a Perón, lo muestra bajo una piel de oveja, dialogando con un transeúnte:
-¡Ajá, coronel! ¿Con que preparándose para el Carnaval?
-¡Nada de Carnaval!... Es para las elecciones…
El accionar posterior de esa oposición demostró que era ella la que se ocultaba bajo una piel de oveja, actitud que se repite ahora con notables coincidencias.
En humor gráfico, los ladrones siempre andan con antifaz negro; los presidiarios (dentro o fuera de la cárcel, si se los dibuja en plena fuga), con traje a rayas; y los terroristas, con un amplio sombrero y una gran capa negra que les cubre hasta el rostro, dejando a la vista la mano en que llevan una bomba esférica con la mecha encendida.
Es un convencionalismo que tiene su razón de ser; si para que el lector entienda el chiste hubiera que explicarle antes quién es el ladrón, quién el presidiario, quién el terrorista, el efecto reidero buscado quedaría neutralizado por las explicaciones previas.
En la vida real ocurre exactamente lo contrario; tanto los ladrones, como los presidiarios en fuga, o los terroristas, procuran que nadie se de cuenta que son ladrones, presidiarios en fuga, o terroristas. O sea que -inversamente a lo que ocurre en humor gráfico- se acude al convencionalismo sólo para aparentar lo que no se es; así es como el policía adopta la personalidad convencional de un delincuente para infiltrarse en alguna organización y desbaratarla, siendo asimismo, esta práctica, muy empleada por quienes se dedican sistemáticamente al espionaje. Claro que las mafias organizadas no se han quedado atrás y se infiltran en los medios empresariales y políticos para asegurarse el poder que necesitan en actos delictivos de alto nivel.
Por supuesto, esto no se inventó ahora; ya lo aconsejaba el estadista y escritor italiano Maquiavelo -quien vivió entre 1469 y 1527- para sostener la política de un Estado.
El "maquiavelismo", o sea el empleo de la mala fe procediendo con astucia, doblez y perfidia, nos inhibe de hacer afirmaciones categóricas ante lo que vemos u oímos, como las que podríamos hacer -sin temor a equivocarnos- para interpretar un chiste gráfico.
Las elucubraciones de quienes creen ver en cada uno de nuestros políticos un émulo de Maquiavelo, no es cosa de ahora; el escritor argentino Macedonio Fernández, fallecido en 1952, proponía entre sus insólitos proyectos, suscitar la necesaria venida de un gran caudillo (que sería él) como presidente de la República, creando previamente un verdadero malestar general, para lo que haría repartir peines de doble filo que lastimaran el cuero cabelludo; instalar salivaderas oscilantes (cuando estaba prohibido escupir en el suelo; ¿o aun lo está?), que imposibilitaran acertarles; solapas desmontables, que se quedaran en las manos del contendor cuando, en el calor de la discusión, se tomara de ellas para convencer al contrario; escaleras desparejas, donde las dificultades para calcular el ascenso o descenso de cada peldaño agotaran a quienes pretendieran transitarlos.
Podríamos acotar que más allá del humor sutilmente absurdo con soporte de orden metafísico de Fernández, nuestros políticos hallaron maneras más efectivas para crear malestar, y algunas decididamente más absurdas que las propuestas por el escritor.
MEMORIA VS. MAQUIAVELISMO
Hay distintas maneras de contrarrestar el maquiavelismo político, pero la más efectiva sería la buena memoria del Pueblo, práctica de fácil aplicación ante nuestras dirigencias rotativas que se alternan pero no se renuevan. Y no hace falta demasiada memoria; con recordar algunos aspectos puntuales de los 90, alcanza: como la afirmación desde el máximo nivel, que los reclamos sociales eran "caldo de cultivo para que se reactive la acción subversiva", lanzando de paso, una velada amenaza de reeditar la tristemente célebre "noche de los lápices"; la detención de la jubilada -sindicada oficialmente como "activista"- Norma Plá y otros jubilados por "obstrucción de la vía pública" (cabe recordar que Plá fue una gran luchadora, pese a su edad avanzada- en reclamo de la elevación del monto del haber jubilatorio, que por esos años se había congelado en $150). Otros, menos dispuestos a luchar, se dieron por vencidos, entre ellos, el jubilado de 70 años que por aquellos días, se ahorcó en Parque de los Patricios, por los gastos de remedios que no podía afrontar con su magra jubilación, y la jubilada de 73 años que se colgó de un árbol de la plaza de Pueyrredón y Figueroa Alcorta, por no poder pagar la pensión donde vivía. Paralelamente a la negativa a aumentar a los jubilados que cobraban 150 pesos, se prorrogaban las jubilaciones de privilegio, y se restringía el presupuesto para hospitales y escuelas, mientras se invertían 66 millones de dólares en un avión presidencial con un dormitorio para uso del jefe del Estado y otro para sus hijos o invitados especiales, baño con ducha y un sillón para peinador. El salario mínimo se había estancado en 97 pesos, en tanto se aumentaba el 200% a medio millar de funcionarios, algunos de ellos con tres cargos simultáneos…
El humor, cuando no ha quedado cautivo de un Poder hegemónico, no mata pero desnuda, principio estratégico que se opone al maquiavelismo, al que acuden los que tratan de evitar ser desnudados, amparándose en la frágil memoria de importantes sectores del Pueblo.
Sólo con buena memoria se puede superar la desinformación de los medios hegemónicos y desnudar a los políticos y corporaciones que con su tradicional maquiavelismo quieren arrastrarnos a reincidir en los errores del pasado que sólo les conviene a ellos.
Oscar Vázquez Lucio
-¡Ajá, coronel! ¿Con que preparándose para el Carnaval?
-¡Nada de Carnaval!... Es para las elecciones…
El accionar posterior de esa oposición demostró que era ella la que se ocultaba bajo una piel de oveja, actitud que se repite ahora con notables coincidencias.
En humor gráfico, los ladrones siempre andan con antifaz negro; los presidiarios (dentro o fuera de la cárcel, si se los dibuja en plena fuga), con traje a rayas; y los terroristas, con un amplio sombrero y una gran capa negra que les cubre hasta el rostro, dejando a la vista la mano en que llevan una bomba esférica con la mecha encendida.
Es un convencionalismo que tiene su razón de ser; si para que el lector entienda el chiste hubiera que explicarle antes quién es el ladrón, quién el presidiario, quién el terrorista, el efecto reidero buscado quedaría neutralizado por las explicaciones previas.
En la vida real ocurre exactamente lo contrario; tanto los ladrones, como los presidiarios en fuga, o los terroristas, procuran que nadie se de cuenta que son ladrones, presidiarios en fuga, o terroristas. O sea que -inversamente a lo que ocurre en humor gráfico- se acude al convencionalismo sólo para aparentar lo que no se es; así es como el policía adopta la personalidad convencional de un delincuente para infiltrarse en alguna organización y desbaratarla, siendo asimismo, esta práctica, muy empleada por quienes se dedican sistemáticamente al espionaje. Claro que las mafias organizadas no se han quedado atrás y se infiltran en los medios empresariales y políticos para asegurarse el poder que necesitan en actos delictivos de alto nivel.
Por supuesto, esto no se inventó ahora; ya lo aconsejaba el estadista y escritor italiano Maquiavelo -quien vivió entre 1469 y 1527- para sostener la política de un Estado.
El "maquiavelismo", o sea el empleo de la mala fe procediendo con astucia, doblez y perfidia, nos inhibe de hacer afirmaciones categóricas ante lo que vemos u oímos, como las que podríamos hacer -sin temor a equivocarnos- para interpretar un chiste gráfico.
Las elucubraciones de quienes creen ver en cada uno de nuestros políticos un émulo de Maquiavelo, no es cosa de ahora; el escritor argentino Macedonio Fernández, fallecido en 1952, proponía entre sus insólitos proyectos, suscitar la necesaria venida de un gran caudillo (que sería él) como presidente de la República, creando previamente un verdadero malestar general, para lo que haría repartir peines de doble filo que lastimaran el cuero cabelludo; instalar salivaderas oscilantes (cuando estaba prohibido escupir en el suelo; ¿o aun lo está?), que imposibilitaran acertarles; solapas desmontables, que se quedaran en las manos del contendor cuando, en el calor de la discusión, se tomara de ellas para convencer al contrario; escaleras desparejas, donde las dificultades para calcular el ascenso o descenso de cada peldaño agotaran a quienes pretendieran transitarlos.
Podríamos acotar que más allá del humor sutilmente absurdo con soporte de orden metafísico de Fernández, nuestros políticos hallaron maneras más efectivas para crear malestar, y algunas decididamente más absurdas que las propuestas por el escritor.
MEMORIA VS. MAQUIAVELISMO
Hay distintas maneras de contrarrestar el maquiavelismo político, pero la más efectiva sería la buena memoria del Pueblo, práctica de fácil aplicación ante nuestras dirigencias rotativas que se alternan pero no se renuevan. Y no hace falta demasiada memoria; con recordar algunos aspectos puntuales de los 90, alcanza: como la afirmación desde el máximo nivel, que los reclamos sociales eran "caldo de cultivo para que se reactive la acción subversiva", lanzando de paso, una velada amenaza de reeditar la tristemente célebre "noche de los lápices"; la detención de la jubilada -sindicada oficialmente como "activista"- Norma Plá y otros jubilados por "obstrucción de la vía pública" (cabe recordar que Plá fue una gran luchadora, pese a su edad avanzada- en reclamo de la elevación del monto del haber jubilatorio, que por esos años se había congelado en $150). Otros, menos dispuestos a luchar, se dieron por vencidos, entre ellos, el jubilado de 70 años que por aquellos días, se ahorcó en Parque de los Patricios, por los gastos de remedios que no podía afrontar con su magra jubilación, y la jubilada de 73 años que se colgó de un árbol de la plaza de Pueyrredón y Figueroa Alcorta, por no poder pagar la pensión donde vivía. Paralelamente a la negativa a aumentar a los jubilados que cobraban 150 pesos, se prorrogaban las jubilaciones de privilegio, y se restringía el presupuesto para hospitales y escuelas, mientras se invertían 66 millones de dólares en un avión presidencial con un dormitorio para uso del jefe del Estado y otro para sus hijos o invitados especiales, baño con ducha y un sillón para peinador. El salario mínimo se había estancado en 97 pesos, en tanto se aumentaba el 200% a medio millar de funcionarios, algunos de ellos con tres cargos simultáneos…
El humor, cuando no ha quedado cautivo de un Poder hegemónico, no mata pero desnuda, principio estratégico que se opone al maquiavelismo, al que acuden los que tratan de evitar ser desnudados, amparándose en la frágil memoria de importantes sectores del Pueblo.
Sólo con buena memoria se puede superar la desinformación de los medios hegemónicos y desnudar a los políticos y corporaciones que con su tradicional maquiavelismo quieren arrastrarnos a reincidir en los errores del pasado que sólo les conviene a ellos.
Oscar Vázquez Lucio
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