viernes, 22 de agosto de 2008

Anexo a "El Museo de la Caricatura Severo Vaccaro y yo"

En el Museo de la Caricatura podríamos decir como la revista “Humor Registrado” ante la guerra de Malvinas:
“En el reconocimiento unánime a ese acto de justicia, estaremos, en algún caso, en compañías no del todo gratas”.
Y creyendo en un promocionado “Fondo Patriótico Malvinas Argentinas” y que el mismo nos posibilitaría contribuir materialmente con la juventud enviada a luchar, organizamos un evento para recaudar fondos de la forma en que podemos hacerlo los dibujantes: dibujando. La reunión llevada a cabo el 23 de abril de 1982 en el Museo, ha quedado testimoniada en el primer número del “Boletín del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro”. En la reproducción de la nota aparece en primer término Carlos Garaycochea; en la página enfrentada aparecen los dibujantes MartínezAndrade, Gallito, Dobal, Pedro Seguí, Guerrero y Basurto. También participaron Landrú, Ferro, Héctor L. Torino, Gonzalez Fossat, Alfredo Ferroni, Martínez Andrade, Bróccoli, Villarreal, Aboy, Pablo Pereyra, Perrone, Camblor, Braxator, De los Ríos, Néstor Córdoba, Beto Páez, Lembó, Rody, Rep, Mercado, Almeida, Pérez Agüero, Cilencio, Volantino, Altamirano, Alejandro D. Suárez, Juan Dalfiume, Ordóñez, Nieto, Claudio, Guampiro, Ciurca, Liotta, Mazzeo, Maicas, Ignacio y otros que no hubo tiempo de identificar.

jueves, 21 de agosto de 2008

EL MUSEO DE LA CARICATURA SEVERO VACCARO Y YO


Epígrafes de las ilustraciones:
1
Escena surrealista con los rasgos de Vicente Vaccaro de fondo, que representa mi primer encuentro con el presidente y fundador del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, ubicado por entonces en Av. De Mayo 628. (Boceto previo; el original integra desde 1952 el patrimonio del Museo de la Caricatura.)

2
Dibujo de Ramón Columba mostrándose junto a Vaccaro, a quien reconoce como fundador del primer Museo de la Caricatura.

3
Tapa y contratapa del catálogo especial, hoy casi un incunable que ambicionan tener varios coleccionistas. No es para menos; en sus páginas se encuentran los casi cincuenta expositores representados por su foto, sus datos biográficos y la reprodución de su obra expuesta.

Surgen de pronto en nuestra vida, personajes que no hubiéramos imaginado jamás. A veces nos dan tema para una historieta exitosa: en otras ocasiones desvían nuestra rutina.

Tal es lo que aconteció en mi carrera profesional, cuando conocí a don Vicente Vaccaro, alias “el Capataz”, “el Tábano”, “Cucaracha” y otros motes que han escapado a mi memoria.

Me hallaba a la sazón exponiendo mis complejas geometrizaciones en un local algo distante del centro de la ciudad y bastante lejos del interés de quienes visitan exposiciones.

Los únicos que asistían eran los amigos, y por hacer número se juntaban todos el día de la inauguración, quedando el salón vacío durante los trece días restantes.

Una tarde cualquiera en que pasaba por dicho local para ver si todo estaba en orden entre los cuadros expuestos, me fue entregada una tarjeta con un número telefónico donde se leía: “Vicente Vaccaro, Museo de la Caricatura”.

Fue para mí tan desconcertante la visita desconocida como la noticia de que existía un museo de la caricatura. Y aumentó mi desconcierto cuando después de comunicarme con el visitante de mi muestra, concurrí por su invitación, al citado museo que se hallaba entre bastidores -como diría un hombre de teatro- en una casa de cambios.

Sin embargo, aquel museo improvisado –y valga la paradoja si la hay– mostraba una perfecta organización. Hasta yo estaba fichado merced a la reproducción de uno de mis dibujos junto al anuncio de mi exposición, en un importante diario capitalino.

VICENTE VACCARO Y EL MUSEO DE LA CARICATURA

La idea de fundar un museo de la caricatura le nació a este doctor en Química, por disponer de varios originales de tapas de “Caras y Caretas”. Pero su constante actividad en busca de otros caricaturistas, hace suponer que sin aquellos dibujos, la idea del Museo le hubiera surgido de todos modos.

Porque Vicente Vaccaro era un verdadero sabueso para localizar caricaturas, y estaba atento a los anuncios en las carteleras de exposiciones, por si en alguna de éstas se filtraba la palabra “humor” o “caricatura”.

Cuando un caricaturista era localizado de esta manera e invitado a conocer el museo, se encontraba con la sorpresa de estar “fichado”, como si hubiera intervenido Interpol aunque sólo en el rubro dibujo, y junto a su ficha se hallaban todos los recortes periodísticos que mencionaban su reciente exposición, con una prolijidad que a menudo envidiaba el propio autor. Por su parte, el visitante que trataba por primera vez con Vaccaro, no podía dejar de mirarlo con extrañeza cuando se presentaba como el “Capataz” del Museo o “presidente anticonstitucionalísimo del Consejo Supremisísimo de caricaturistas y caricaturizados”. Pero seguramente lo hubiera mirado con más extrañeza de haberse enterado que, aplicando sus propias ideas sociales, todo el beneficio que producía la Casa Vaccaro se repartía entre sus empleados, a quienes dejó el establecimiento en su testamento.


EL MUSEO DE LA CARICATURA
Y EL GRAN SALTO A LA CALLE FLORIDA

En julio de 1952 realicé mi última exposición en los salones de MEEBA (Asociación -ex Mutualidad- de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes). Si bien mis muestras recibían numerosos elogios y buenas críticas periodísticas –como ya he dicho–, como el local estaba algo distante del centro de la ciudad y bastante lejos del interés de quienes visitaban asiduamente exposiciones; los únicos que asistían eran los amigos, y lo hacían todos el día de la inauguración.

Mi “descubriminto” –o más bien, la “revelación” de la existencia de ese Museo, hizo que yo mismo me viera de pronto, representado con mis dibujos geométricos en un Museo de la Caricatura cuya existencia había ignorado hasta poco antes, en tanto veía enriquecerse a éste con nuevas piezas donadas por sus autores, a la vez que en lo personal comenzaba a vincularme de cerca a firmas prestigiosas del arte de la caricatura.

Allí conocí famosos y no tanto; entre estos últimos figuraba Marcos Siderman, un dibujante 17 años mayor que yo, que se especializaba en caricaturas “simbólicas”, una modalidad distinta dentro de las diversas corrientes de entonces. Ambos aspirábamos a exponer nuestros dibujos en alguna galería de la calle Florida, pero eso no era fácil para nosotros, especialmente sin pagar el alquiler correspondiente.

Sumido en esas cavilaciones, caminaba por la calle Florida mirando al pasar las galerías allí ubicadas, como algo inalcanzable, hasta que descubrí una librería con sala de exposición en el lugar donde posteriormente se instaló el edificio de un Banco, en Florida 363. Descendí –porque la galería funcionaba en un subsuelo debajo de una cafetería muy concurrida en aquellos días– y la casualidad, o la providencia, quiso que encontrara a una compañera de MEEBA, Felisa Zir, contratada allí para enseñar dibujo y pintura a los chicos. Por ella supe que la Galería Picasso -tal el nombre de esta galería- no cobraba alquiler a los expositores, pero su directora, una señorita alemana de mucha visión comercial –Erika Wartensleben–, seleccionaba a quienes ella consideraba indicados para exponer allí.

Logré entrevistarme con la señorita Erika, quien valoró mis dibujos aunque emitió un juicio categórico:

–¡Al señor Siulnas no lo conoce nadie! Una exposición individual no tendría éxito, pero si usted logra reunir algunos dibujantes conocidos para que expongan con Ud., entonces sí será un éxito.

Salí de la galería sin mucha convicción. ¿Cómo convencer a los dibujantes conocidos? Y suponiendo que lo lograra, ¿de qué me serviría a mí esa exposición?

Días después comenté la propuesta a Siderman, y llegamos a la conclusión de que la consigna era categórica: para obtener el salón tendríamos que lograr la participación de algunas firmas consagradas.

Pero eso no era todo; había que conciliar una muestra en la que las obras de varios dibujantes renombrados compartirían las paredes con las de dos humoristas que no siendo noveles, en todo caso eran poco conocidos por el público.

El enfoque de las caricaturas de Siderman era completamente distinto al mío, y lo que ambos hacíamos era a su vez, completamente distinto a lo que hacían los consagrados. Surgió entonces la idea de hacer una selección de consagrados cuyos estilos fueran completamente distintos entre sí; esa sería la justificación aparente de la exposición.

Siderman y yo éramos poco conocidos para atraer gente a una galería, pero nos sobraba voluntad y pudimos reunir a ocho maestros del humor y la caricatura: Ramón Columba, Guillermo Divito, Toño Gallo, Abel Ianiro, Luis J. Medrano, Alfredo Medrano (hermano del anterior) y Lino Palacio. A cada uno debimos señalarle la participación de los otros antes de tenerla confirmada, para lograr su propia participación.

Al final, la cosa salió mejor de lo que pensaba; aunque de una manera distinta a la que alguna vez hube imaginado, había logrado mi objetivo de que mis dibujos se consideraran en pie de igualdad con los de los colegas que ya tenían hecha su carrera, con gran repercusión periodística.


MÁS DIBUJANTES EN LA GALERÍA PICASSO

Aún no se había clausurado la exposición “Gran Miscelánea Humorística” –ése había sido el título acordado para la exposición–, cuando Erika Wartensleben se acercó muy emocionada para comentarme el éxito logrado:

–Ahora hay que hacer otra exposición con más dibujantes –sostuvo categórica.

–Es una buena idea –respondí gratamente sorprendido, pues esa clase de exposiciones (ahora lo sabía) convenía a mi propia y entonces necesaria promoción–. Dentro de un mes, o dos meses…

La expresión de Erika se endureció y sin dejarme terminar la frase, sentenció:

–¡No! Tiene que ser ya. A lo sumo, dentro de quince días…

La directora de la galería era muy categórica y yo sabía que si las cosas no se hacían de acuerdo a su criterio, había que olvidarse de hacerlas. De modo que con Siderman estudiamos el pro y el contra y decidimos que valía la pena aceptar el reto.

Esta vez se sumó a nosotros el “mono” Villanueva, caricaturista del diario “Democracia”, quien se movió a la par nuestra para comprometer a los dibujantes a que participaran. Perla Siderman –hermana de Marcos–, por su parte, colaboró con nosotros para convencer a los más remisos.

Ella logró con su femineidad, persistencia y trato afable, lo que su hermano, Villanueva y yo, difícilmente hubiéramos logrado; por ejemplo, ser recibida por Dante Quinterno en persona, algo que era “tabú” para nosotros y para muchos humoristas. Sin embargo, ello no le valió para obtener la participación del para nosotros legendario creador de Patoruzú; su pretexto era irrebatible:

–Yo no podría dibujarle un Patoruzú para esa exposición, porque el Patoruzú que yo dibujaba en los primeros años ha sido modificado por mi equipo de dibujantes, y el público ya no reconocería al original. Podría hacerle dibujar un Patoruzú por ese equipo, pero entiendo que no es ésa la clase de representación que buscan ustedes en su exposición…

Por suerte, Quinterno fue una excepción (al igual que todos sus colaboradores de entonces, vaya uno a saber por qué extraño influjo). En cambio, hubo participantes renombrados, que se sumaron como “adherentes” aunque no eran caricaturistas; tal el caso de Raúl Manteola, autor de los retratos que entonces publicaba en sus tapas la revista “Para Tí” (en realidad, Raúl Manteola –pese a ser conocido como retratista, y participar en tal carácter en nuestra exposición– había incursionado antes en el humorismo; aún conservo un aviso realizado por él en 1945 para promocionar la película “Escándalos romanos”, en el que caricaturizó a Eddie Cantor en medio de un remate de bellas esclavas), y el de los publicistas Justo Balza y Humberto L. Caputi, que se sentían verdaderamente muy a gusto en nuestro grupo.

Desde luego, que en parte, su participación alteró nuestro esquema, ya que –-más aplomados por el éxito de la primera exposición y con un flamante caudal de experiencia en el trato con los colegas– queríamos evitar que los dibujantes invitados enviaran (como suele hacerse) originales ya publicados. Con ese fin, establecimos un tema: “El otro yo de los caricaturistas de vacaciones”, pero muy pocos lo tuvieron en cuenta; es muy difícil que el dibujante cuya producción en diarios y revistas es considerable, quiera dedicar tiempo a dibujar especialmente para una exposición.

Algunos, más condescendientes, incorporaron su propia caricatura a un dibujo ya realizado; con todo, varios dibujantes se avinieron a responder al tema.

Cuando aún nos hallábamos abocados a la organización de la muestra y comenzábamos a recibir trabajos, se hizo presente con un cuadro suyo el publicista Humberto Caputi –uno de los no alineados en el humorismo– quien nos comentó que un joven y talentoso dibujante humorístico dedicado a la publicidad, estaba interesado en participar en nuestra exposición. Siderman y yo manifestamos nuestro acuerdo en su inclusión, y “el joven humorista” se hizo presente días después con una humorada sobre Hamlet en la que éste, en vez de calavera, sostenía la cabeza del autor del dibujo: era Carlos Garaycochea.



EL CATÁLOGO CON DEDICATORIA

La certeza de que esta segunda exposición tendría una gran trascendencia, nos hizo pensar en lo interesante que sería dejar un testimonio que se proyectara más allá de la clausura de la muestra, y de paso, hacer unos pesos aprovechando tanto éxito (al final, sólo logramos lo primero), y con Siderman y Villanueva editamos un catálogo de 32 páginas que incluía una página en blanco para dedicarla a cada comprador, reproducciones de la totalidad de los cuadros expuestos, foto de los respectivos autores y una síntesis biográfica de cada uno, figurando Alberto Alfano, Eduardo Álvarez, Guillermo Ares, Justo Balza, Bayón (Narciso González), Alberto Breccia, Ramón Caballé, Humberto L. Caputi, Ramón Columba, Juan Ángel Cotta, Federico Norberto Daloisio, Andreu Dameson, Héctor (Rodríguez), Pascual Güida, Juan Carlos Huergo, Landrú (Juan C. Colombres), Elso (Spertino), Fantasio (Juan Gálvez Elorza), Carlos Garaycochea, Guillermo Guerrero, Atilio De Angeli, José Antonio Guillermo Divito, Francisco Delbueno, Miguel Ángel Dobal, Saverio Lotito, Raúl Manteola, Luis Macaya (h), Ermete Meliante, Fernando Sarlo, Pedro Seguí, Marcos Siderman, Arístides Rechain, Rober-Tito (Alvaro Roberto Ortiz), Arturo Rovegno, Antonio Sanguinetti, Florencio Molina Campos, Roberto Mezzadra, Jorge Palacio (Faruk), Francho (Arnoldo Franchioni), Serviliano Solís, Jorge Sturla, Ricardo de Udaeta, Raúl Valencia, Juan Verona, José Pedrido Villanueva, y yo, quedando fuera de catálogo por sumarse a la muestra cuando aquel se estaba imprimiendo, Teófilo Dabbah, Greco, Germán Loperena Vernet, Luis J. Medrano y Pedro Suñol.

El catálogo incluía además, dos semblanzas: una del Museo de la Caricatura y otra de la Galería Picasso, ambas escritas por el escritor e historiador Narciso Márquez, amigo y asiduo visitante del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, al que se refirió en el catálogo editado en 1953, de la manera que se transcribe a continuación:

La república y el arte de la caricatura argentino, tienen ya su Museo. Esto es ya un hecho histórico. y, asimismo, es histórica la forma en que fue fundado. Y va siendo histórico las singulares denominaciones adoptadas para los cargos de los jerarcas que la dirigen. Será también histórica su trayectoria informativa y su proyección dentro de la historia artística de la caricatura. Sigamos un orden, estimado lector, y sabremos algo sobre esta realidad.

I.- Este Museo fue creado por la iniciativa de don Vicente Vaccaro y del maestro Ramón Columba. Ambos coincidieron en la idea y juntos le dieron forma concreta. Naturalmente que con la colaboración decidida de otros grandes maestros de la caricatura y también de los jóvenes que, por cierto, aspiran a que como aquéllos, alguna vez se les llame artistas y, ¡por supuesto!, Maestros, así, con mayúscula.

La colaboración solicitada es fácil comprender en qué consistió: en pedir –en “pechar”, según es el léxico adecuado– caricaturas. Y no copias, sino caricaturas originales, a los maestros, a los que aspiran a serlo y a los diletantes. Y también a las víctimas del lápiz e intenciones de los artistas. De este modo es que hoy el MUSEO DE LA CARICATURA “SEVERO VACCARO” cuenta con más de 150 piezas de primera agua, además de copias magistrales de caricaturas de Leonardo da Vinci y de otros históricos, hechos por verdaderos artistas.

II.- Los fundadores de este importantísimo Museo son la mayoría de nuestros grandes caricaturistas decanos y los de la nueva pléyade que se está irguiendo promisoriamente, no sin que hayan dejado de meter las de andar algunos escritores junto con otros intrusos, por puro amor al arte, cuyos nombres omitimos por razones de espacio, pero que ya han sido recogidos en su oportunidad, para la inmortalidad de ellos y para la historia de este arte magnífico, cuya negación sólo puede hacerse por ignorancia o por los tontos engreídos.

III.- Decíamos que es un hecho histórico, porque su existencia es ya una realidad que entra en los dominios de los Derechos Reales del Código Civil, en la existencia jurídica que otorga el Derecho de Gente y en el trascender artístico de este singular arte que es la caricatura.

IV.- Es una institución con jerarcas, pero sin prosopopeya. La cabeza máxima, especie de Pontífice Máximo, que en otras instituciones se llama con todo empaque y seriedad “Presidente”, en el Museo se le llama Capataz. Los demás jerarcas, pese a la seriedad doctoral y a la ceñijunta expresión de sus rostros, se les llama y acatan el dignísimo título de Peón. Simplemente. Y la sede, que sirve de Pórtico Académico, se le ha denominado “CORRAL” con puro sabor caricaturesco para que armonice con el de las jerarquías. Así, pues, el Corral del Museo de la Caricatura, es ya algo semejante a los Pórtico griego, donde los maestros discurren con los discípulos y donde estos procuran hacer primar sus ideas y teorías “nuevas” sobre las VIEJAS teorías e ideas de los viejos maestros y… de los maestros viejos también. Es decir, lo de siempre.

V.- Los únicos títulos que el Capataz, con displicente gesto de autócrata, ha querido respetar, es el que distingue al Secretario del Museo, el dibujante Alfano (que a sí mismo se pinta en un cuadro de Einstein que se expone en la Galería Picasso) y el de Pro-Secretaria (no de Pro-Secretario), cuya elección se ha singularizado en nuestra gentil y encantadora “concólega” –como decía Sarmiento, el Loco–, la “peona” Perla Siderman. Ambos de eficientísima acción… ordenadora.

VI.- Pero, lo substancial es que el MUSEO DE LA CARICATURA “SEVERO VACCARO” existe. Es el capítulo primero dentro de lo que podemos llamar historia de la caricatura. En ningún país del mundo existe un Museo de este género. Tal prioridad corresponde, en el mundo y en América, a la Argentina, merced al genio de un artista (Columba) y al de un científico (Vaccaro). (Publicado en el catálogo “Nosotros los caricaturistas”editado en 1953.)

LAS NUEVAS DONACIONES

Muchos de los trabajos expuestos en la Galería Picasso en 1953, al finalizar la muestra, pasaron a integrar por decisión y entusiasmo de sus autores, el patrimonio del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro. Entre los donantes figuraron Bayón, Juan Angel Cotta, Norberto Daloisio, Atilio De Angeli, Guillermo Divito, Fantasio, Carlos Garaycochea, Guillermo Guerrero, Pascual Güida, Héctor Rodriguez, Juan Carlos Huergo, Landrú, Luis Macaya (h), Ermete Meliante, Jorge Palacio “Faruk”, Antonio Sanguinetti, Pedro Seguí, y José M. Pedrido Villanueva, internacionalizándose el Museo dos años después con las nuevas donaciones recibidas al concluir la Primera Exposición Panamericana de la Caricatura y el Humorismo realizada en el Salón Peuser.


En la foto: González Fossat, Siulnas y Carlos Garaycochea en la actual sede del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro (1982).

En la foto: Carlos Garaycochea tiene la palabra en el Homenaje a Guillermo Mordillo, en la sede del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro. Detrás, el Dr. Luis Fernández Vaccaro. A la derecha, el homenajeado Mordillo (2003).

LA ACTUAL SEDE

Si bien el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro existe desde hace más de medio siglo, funciona en sede propia desde el 29 de diciembre de 1981 en que la misma fue inaugurada con un acto que reunió a dibujantes, periodistas e intelectuales; los dibujantes que estuvieron presentes son Ferro, Basurto, Siderman, Cativa, Lino Palacio, Sídoli, Toño Gallo, Mirco Repetto, Caloi, Bossio, Mercado, Faruk, Adolfo Mazzone, Liotta, D'Adderio, Taggino, Garaycochea, Cascioli, Borello, Taggino y Limura. Pero ésta es otra parte de la historia y la contaré más adelante.

A quienes me escriben instándome a completar mi Historia del Humor hasta el Bicentenario


Almanaque de los tiempos de Luis Gregorich y Luis Tedesco en EUDEBA.

A quienes desde hace algunos meses me instan a completar totalmente mi Historia del Humor gráfico y escrito en la Argentina (1801-1985) –ya publicada y agotada–, historiando los años 1986 a 2010 –año del Bicentenario–, inclusive, cumplo en informarles que ése sería, en última instancia, mi propósito, pero si bien sigo investigando y documentándome para actualizar mi obra en lo que respecta a estos últimos 25 años, no ha surgido hasta ahora un editor con el empuje que demostró Luis Gregorich al hacerse cargo de la dirección de EUDEBA en 1983.

En cuanto a la posibilidad de tener la obra completada al llegar al Bicentenario –Historia del Humor gráfico y escrito en la Argentina (1801-2010)–, sólo requiere el suficiente respaldo económico –como lo comprendiera el presidente de EUDEBA en aquel momento–, que permita al historiador consagrarse de lleno a su tarea –investigar e historiar el nuevo período y actualizar lo ya publicado en base a nuevas comprobaciones– sin necesidad de distraer su tiempo buscando otras fuentes de recursos hasta que la obra ya editada, comience a dar sus frutos.

sábado, 9 de agosto de 2008

Aporte de una joven ilustradora al Día del Niño



Ilustraciones de Jimena Vázquez Popia para el libro “Un mundo maravilloso” de Alicia Nadal, correspondientes a los cuentos “Un mundo maravilloso” (color), “¿Cuál es el papá más importante?”, “Los “no” de mi papá”, “Marisa y el Año Viejo”, “Crecer por dentro”, “El tiempo de la señorita Marta”, “Un torneo como pocos”, “El viaje de Luisita y Pablo”, “El milagro de la vida”, “Angela y el perrito abandonado”, “Nerón ¡Un héroe!”, “El gatito robado”, “Pequeña Mamá alada”, “El gorrión y el monstruo” y “El tonel de los insectos”.

PROPUESTA PARA NIÑOS… Y NO TAN NIÑOS

Volver a la lectura: Tal la propuesta de la periodista y escritora argentina Alicia Nadal, quien ha escrito aleccionadores cuentos infantiles para varias generaciones, desde “Mundo Infantil”, revista de la inolvidable Editorial Haynes, hasta “Croniquita”, suplemento infantil del diario “Crónica”. Parte de esos cuentos, que dejan en los niños un hondo mensaje positivo, han sido reunidos en el libro “Un mundo maravilloso – 30 cuentos para niños”, magníficamente ilustrado por la muy joven y talentosa ilustradora Jimena Vázquez Popia. Esas ilustraciones son las que aquí se reproducen para que puedan ser apreciadas por los visitantes de este Blog. Seguramente también serán apreciadas por los adquirentes del libro elegido como obsequio para el Día del Niño.

Y si alguien no lo hallara en la librería de su zona, puede solicitar información por e-mail a blasvaz@yahoo.com.ar o a siulnas2004@yahoo.com.ar

¿Qué mejor invitado para el Día del Niño?




Firma Pochi, pero se llama Déborah, tiene 11 años y desde hace dos publica su historieta Clarisa y Coqueta, las perras perfectas en el tabloid “Democracia Nacional y Participativa” que circula en el Conurbano Bonaerense. Su sección, creada especialmente para ella, se titula “Los pibes historietistas” y es hija de la escritora y guionista Anamaría Blasetti, coautora de “Ani, la hermana mayor”, que naciera con el nombre de La Nena Croniquita.

Bienvenidas, Déborah y sus Clarisa y Coqueta, al Blog en un día tan especial como es el Día del Niño!

jueves, 7 de agosto de 2008

¿Por qué Siulnas?


Epígrafes de los dibujos que encabezan este artículo.

1. Primer dibujo que publiqué en “Cascabel” como “Siulnas”. A Alfredo Villalba Welsh le gustó tanto, que lo mandó a mayor tamaño que el que tenía el original, todo lo contrario de lo que hiciera con un dibujo anterior, cuando todavía mi dibujo no se había apartado de lo “académico”.

2. En este dibujo titulado “Gente de una exposición”, incluyo a los visitantes más característicos y a mí mismo en el centro de la escena, a través de la autocaricatura que había logrado obviando los ojos, siguiendo los consejos del dibujante Atilio De Angeli (en esa época yo no usaba anteojos, faltándome ese recurso caricaturesco, y tenía dificultades para autocaricaturizar mis ojos que no encajaban en la síntesis que pretendía lograr. De Angeli me sugirió entonces prescindir de ese rasgo en la caricatura, y así lo hice con buen resultado). Fue uno de los expuestos en la primera muestra en Galería Picasso.

3. “Ritmo” se titula este dibujo que se me ocurrió al salir de la estación del subterráneo, y figuró entre los expuestos en mi tercera exposición en MEEBA.

4. Este dibujo de la serie “El carnaval de los animales”, donde muestro la

contracara de la “perrera”, fue muy festejado por Hermindo Castex, tan amigo de los perros como yo. Lo único que me desilusionó de su elogio, fue que confundiera el chico del centro de la escena, dibujado en mi estilo moderno, con un perrito.

5. “Superstición” titulé este dibujo en el que se muestra la preocupación de tres amigos que no queriendo que su cigarrillo sea el tercero en encender con un mismo fósforo, se vuelven excesivamente solícitos los unos con los otros.

6. El misterioso encanto que encierra leer “de ojito” aunque uno cuente con su propia lectura, me llevó a reflejar esa situación bastante frecuente en los medios públicos de transporte.

7. Personas reales adaptadas a la “geometría humanizada o humanidad geometrizada”: a) El “Mono” Villanueva; b) Paul Conquet; c) Humberto Cerantonio; d) Carlos Gómez del Campo; e) Oliverio de Allende; f) Vicente Vaccaro; g) Ramón Columba; h) Erika Wartensleben; h) Narciso Márquez.

8. Dibujo realizado tras asistir a uno de los recitales que en 1953, la bailarina rusa Tamara Toumanova ofreció en el teatro Colón. Ignoro si llegó a sus manos a través de Ricordi, a quien el crítico musical Jorge D’Urbano me sugirió dirigirme para lograr ese propósito.

9. En la última exposición en MEEBA también incluí “La rebelión de los lápices”, tema con el que en cierta forma empezaba a cuestionarme mi fidelidad a un estilo de dibujo que sólo me daba satisfacciones en las exposiciones. Colaboraron en mi idea los dibujantes de “Crítica” Lorenzo Molas, Roberto Olivella, Silvio Della Porta, Pascual Güida y Héctor Rodriguez, el futuro modisto de actrices cinematográficas, Horacio Lannes, y una prima mía de 8 años de edad, cada uno asumiendo respectivamente la “representación” de un lápiz “rebelado”.

10. “Renunciación”, obra presentada en la segunda exposición en la Galería Picasso en la que anticipo el abandono de mi estilo de dibujo moderno cultivado durante los seis últimos años. Mis propios caricaturizados recobran su figura con trazo casi fotográfico; son ellos Ramón Columba, el médico y director teatral Carlos Gómez del Campo, Erika Wartensleben –directora de la galería–, José Pedrido Villanueva, Vicente Vaccaro –director del Museo de la Caricatura–, Humberto Cerantonio –presidente de MEEBA en esa época–, los críticos de arte Paul Conquet y Oliverio de Allende, y el escritor Narciso Márquez.

11. Bernardo Verbitsky fue el primero en dedicar una nota a mis dibujos modernos. Lo hizo en el diario “Noticias Gráficas” el 2 de agosto de 1950, en la pàgina central y a 4 columnas. Pero esto no lo logré solo, sino con la desinteresada ayuda de Pedro Ortiz, joven periodista de ese diario (conocido posteriormente como cantor de tangos en àrabe), quien, sin conocerme, me atendió cuando concurrí al edioficio de Rioibamba 280, donde entonces funcionaba ese vespertino, poniéndome en contacto con la persona indicada.

Muchas veces se me pidió explicara el significado del seudónimo Siulnas, un seudónimo estrechamente ligado en un comienzo a un determinado estilo de dibujo, a tal punto que nació exclusivamente para identificar al mismo, definido por Ignacio Covarrubias en 1952, como “geometría humanizada o humanidad geometrizada”. Pero para explicar esto, debo remontarme al año 1946, cuando tenía 13 años de edad y venía “publicando” desde hacía dos una revista hecha a puro plumín, desde los dibujos de las historietas y los chistes gráficos hasta los textos manuscritos en letras de molde.

CÓMO NACE UN SEUDÓNIMO DEL QUE YA NO ME PODRÉ LIBRAR

Aunque en aquella época no conocía la palabra “staff”, quería dar la impresión de que mi revista contaba con muchos colaboradores. Así fueron surgiendo seudónimos que en un momento dado pretendí respondieran a distintos estilos. Fue entonces cuando nació “Siulnas”.

Basándome en los estilos de los dibujantes humorísticos de la época, recreé esas tendencias, atribuyéndolas a colaboradores apócrifos; los dibujos realizados a la manera de Oski llevaron la firma de Coló, en tanto otros estilos aparecieron firmados por Cratea, Carvaz, etc., reservando para los dibujos netamente clásicos la firma de Oscar Vázquez (aún me identificaba plenamente con el dibujo de corte tradicional y era lógico que reservara “los mejores dibujos” para “mí”).

En esos días y a través de la revista “Rico Tipo”, el dibujante Juan Ángel Cotta (hermano de Blanca) impuso entre nosotros el “mono” (nombre dado al personaje cómico) visto de perfil con ambos ojos a un lado. Esa tendencia también fue adoptada por el dibujante Camblor, quien en la revista “Cascabel” firmaba sus dibujos como “Córdoba”. Entonces recreé un dibujo con esas características y se lo adjudiqué a “Siulnas”, de cuya existencia y sin que Camblor lo supiera por mucho tiempo, él sería el responsable.

Pero, ¿qué significa “Siulnas”?

–¿Así que San Luis al revés, eh?

–¿Usted es puntano? –eran las infalibles preguntas que me hacían quienes se dedican a desmenuzar seudónimos.

Sí, efectivamente, Siulnas es San Luis al revés, pero no porque yo sea puntano. Lo que ocurrió es que entre los apócrifos colaboradores de mi revista de la infancia, decidí incluir uno que estuviera en la línea de “Córdoba” –seudónimo de Camblor–, y como en ese entonces estaba fresco el recuerdo de las lecciones de geografía escolar en las que las provincias de Córdoba y San Luis aparecían ligadas de alguna manera, me dije con la lógica de mis trece años:

–Después de Córdoba viene San Luis… –. Lo demás se redujo a combinar de otra manera las letras que forman el nombre de la provincia.

Vale decir que Siulnas nació en una revista superartesanal, sin que su director –Oscar Vázquez– sospechara que iba a ser desplazado por aquel, en primer lugar, en la revista “Cascabel”, donde los dibujos tradicionales de Oscar Vázquez no habían entusiasmado, y en cambio, este dibujo deformado, casi menospreciado por su autor en un comienzo, había logrado la inmediata aprobación de Alfredo Villalba Welsh -jefe de redacción de la revista fundada por Piacentini- que hizo publicar el primero a mayor tamaño que el original que yo le había llevado, contrariamente a lo que había hecho con uno de los tradicionales, como veremos más adelante.

LA REVISTA “CASCABEL”

No sé si “deslumbramiento” será la palabra más acertada para definir lo que a uno le producía en aquellos años, todo lo que rodeaba a su primera publicación. Me refiero a la primera colaboración como “colaborador” –valga la redundancia– porque antes uno podía colaborar en la sección “Dibujos de los lectores” de la mayoría de las revistas infantiles (yo lo hice en la de la revista “Ra-Ta-Plan”).

Puedo considerar por lo tanto a “Cascabel” como la primera revista donde colaboré “profesionalmente”, corolario de un largo proceso iniciado por correspondencia y bajo seudónimo circunstancial, con dibujos que merecieron respuestas como ésta:

“Nos gustan sus dibujos, pero para nosotros solos”.

Después comenzó el “bombardeo” de dibujos -aún impublicables, al menos desde la óptica de la revista-, pero a través de visitas regulares a la redacción, que quedaba en el segundo subsuelo de un edificio de San Martín 50.

Yo había penetrado en ese mundo que me deslumbraba y era lógico que todo lo que lo rodeaba, ejerciera un atractivo sobre mí: desde el olor característico del subterráneo con el que llegaba hasta la estación Perú, hasta el olor a tinta fresca del ejemplar recién impreso que me obsequiaban ¡un día antes de que estuviera en la calle! Aquello me parecía casi mágico, y me sentía como Dick Powell recibiendo el diario anticipado que traía Larry, el viejito de la película “Hoy es mañana”, de René Clair.

Alguien afirmó alguna vez que “no es cierto que exista el primer amor, sino que cada gran amor es el primero”. Pienso que ello es perfectamente aplicable a algunos dibujos especiales, pues si bien cuando penetramos en la rutina de las colaboraciones, desaparece esa impaciencia por ver algo publicado, ciertos trabajos hacen que en cualquier etapa de nuestra carrera profesional estemos firmes en el quiosco, la víspera de salida de la publicación, minutos antes de su llegada.

A propósito de esto, recuerdo un dibujo de Calé titulado “La primera publicación”, que apareció en el Nº 1 de la revista “Dibujantes”: se ve al dibujante novel, entre ansioso y afligido, parado frente al quiosquero que le responde con fastidio:

–¡¡¡Uuufa!!! ¡¡¡No… Todavía no llegó!!!

Volviendo a “Cascabel” y a mi constancia para hacer y llevar dibujos que solía traer de vuelta, un día Alfredo Villalba Welsh recibió uno de mis trabajos dándome la seguridad de que sería incluido en el número siguiente.

El tamaño original del dibujo era de 30 centímetros x 30; en la revista apareció a 4 cm x 4; ingenuamente le pregunté:

–¿Para que el dibujo salga más grande, tengo que agrandar todavía más el original?

Después, cuando llevé los primeros dibujos “al estilo Siulnas”, todo cambió, pero “Cascabel” ya no duraría mucho. Comprometida antes de las elecciones con sectores políticos perdidosos, se hallaba económicamente mal y era apenas un reflejo del “Cascabel” de sus años de esplendor, cuando traía las tapas a todo color de Atilio (De Angeli), Rober-Tito (Alvaro Roberto Ortiz), Caballé, Liotta o Abel Ianiro, que continuaban en la contratapa con la propaganda de Geniol; cuando sus páginas incluían la caricatura política internacional de Flax (Lino Palacio), el Cuaderno de César Bruto con dibujos de Oski (que figuraba como dibujos del autor, lo que dio lugar a que muchos creyeran por bastante tiempo que César Bruto –Carlos V. Warnes– y Oski eran una misma persona), las historias de Chamico (Conrado Nalé Roxlo), los versos de Rubén Dariola (Alejandro Verbitsky), los pantallazos de Cándido Palma (Emilio Villalba Welsh), los “churros” –en la jerga de la época, así se denominaba a las mujeres bonitas– a todo color en doble página central…

Si bien muchos habían dejado de pertenecer a “Cascabel” antes de que yo me vinculara a la revista, conocí en esa época, entre otros -además de los hermanos Villalba Welsh-, al dibujante Atilio De Angeli y al cadete Enrique Lipszyc, que Atilio mostró en una caricatura publicada en “Cascabel”, llevando un alfiler mientras protestaba:

–¡Puf… puf!… ¡Me matan trabajando!

Reparo especialmente en ello porque con ambos volvería a encontrarme seis años después; De Angeli participaría en una exposición humorística organizada por mí en 1953, y a Lipszyc lo reencontraría convertido en director de la Escuela Norteamericana de Arte “Alex Raymond” -después rebautizada Escuela Panamericana de Arte-, a través de la cual editaría el libro “El Dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas”. Alguien que supo sacar buen provecho del dibujo, sin dibujar.

Mucho más adelante en el tiempo conoceré personalmente al redactor de la respuesta “Nos gustan sus dibujos, pero para nosotros solos”, pero a este y otros personajes me referiré en otro momento. Ahora quiero evocar el nacimiento, vida y muerte de la “geometría humanizada o humanidad geometrizada”, que caracterizó mi producción gráfica entre 1947 y 1953, y lo hago reproduciendo dibujos de aquel período que sus adeptos sólo pudieron apreciar en exposiciones, salvo en la corta etapa de “Cascabel”, única revista de humor de avanzada que por entonces publicaba dibujos considerados muy modernos.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Quién es quién en nuestro mundo del Blog


Quién es quién en nuestro mundo del Blog

César Da Col
http://cesardacol.blogspot.com/

Continuando con la presentación de quienes comparten conmigo esta vocación comunicativa, hoy presentaré a alguien a quien los visitantes de este Blog ya conocen a través de la excelente caricatura que le hiciera Gustavo González, y como asesor a distancia de http://siulnas-historiador.blogspot.com/ (ver La historia secreta del Blog Siulnas-Historiador). Como lo señalé entonces, Da Col es dibujante y difusor del dibujo argentino, se especializa en la ilustración de textos escolares, juegos, humor e historietas para niños, integra la comisión organizadora de las actividades del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, y es miembro fundador de Banda Dibujada, un Movimiento Cultural por la difusión de la Historieta para niños y jóvenes, que auspicia libros de historieta recomendables para que los docentes utilicen en el aula. Pero siendo muchas las actividades de este Movimiento, lo mejor es enterarse visitando su blog http://bandadibujada.blogspot.com/

martes, 5 de agosto de 2008

2º Domingo de Agosto: Día del NIño


Ani, la hermana mayor es una historieta creada por el dibujante Siulnas y la escritora y guionista Anamaría Blasetti, que nació con el apodo de "Croniquita" en la revista dominical infantil del diario "Crónica" de Buenos Aires, y actualmente se publica en diversos medios de distintas localidades. Invitada a este Blog con motivo de ser el 2º domingo de agosto, el Día del Niño:

Ani, la hermana mayor, dice:

Es el Día del Niño, chicos ¡avísenle a sus papás que si no están junto a ustedes se estarán perdiendo lo más lindo de la vida: “darnos atención a nosotros”. Díganle que no necesitamos ¡tantos cursos! ¡queremos estar con ellos!; que no hace falta que nos compren cosas, que hagan gastos innecesarios, o que utilicen demasiadas energías; con estar sentados a nuestro lado y sentir que disfrutan de nuestra presencia es más que suficiente.

A veces los adultos temen no tener fuerzas suficientes para jugar con nosotros, sus hijos; o tal vez tienen fastidio porque tienen que dejar algunas de las “chiquicientas mil” cosas en las que ellos, sin meditarlo bien, piensan que son necesarias para un “pasar mejor”... pero... bueno: ¿no vale la pena estar con lo mejor del mundo? ¡con los niños! ¡Nos gusta salir con la abuela, pero también queremos estar con nuestros padres!

Antes de los dos años, el niño necesita de la madre ¡no a otros! Lógicamente, en la época en que vivimos, sé que tener trabajo es concretar la dignidad... pero... ¡mamá, papá, no nos dejen!

Sí, los juguetes nos gustan, pero más nos gusta estar con ustedes!

También estoy segura que el anhelo de muchos padres es asegurarles felicidad a sus hijos; por eso los preparan desde pequeños con amor para afrontar la edad adulta y no solo los cuidan, los curan, les enseñan cosas, les dan educación, cómo aprender a escribir, a comportarse, a ser buena persona, sino que también los conducen a cultivar los bienes del alma; la fe es el tesoro más grande que se puede llegar a tener: fe en Dios, fe en uno mismo. Si los padres dan sólo bienes materiales, tal vez uno sería como un árbol que da frutos de oro, pero... ¿qué haría el pobre árbol con esos frutos si ni siquiera sabe que lo lleva en él? Mamá, papá... te dedicamos el Día del Niño pues nosotros somos sus verdaderos tesoros.

Ani, la hermana mayor

Por la copia: Anamaría Blasetti