sábado, 13 de febrero de 2010

El múltiple y prolífico Carlos Clemen




Este 13 de febrero cumpliría 97 años; pero sólo vivió 51… aunque sumamente intensos desde que a los 17 años se volcó con pasión al dibujo.
José Llanos, John Coleman, Arturo D’Saa, Billy, Big-Boy, Carlos Clemen… Unos cuantos colaboradores para cubrir gran parte de las necesidades de personajes cómicos y “serios” en revistas como “El Purrete”, “Pololo”, “Mustafá”, “Barrilete”, “Figuritas”…
Después, a partir de 1945, sólo continúa Carlos Clemen; lo hace desde las páginas de “Patoruzito”, dando vida a la historieta protagonizada por Mitzi y Volatín, que transcurre en un circo.
¿Qué pasó con los otros historietistas? Simplemente, Clemen ha resuelto dedicarse con exclusividad a la historieta seria, a la de Mitzi y Volatín en particular, abandonando todos sus seudónimos, esos con los que firmara páginas y más páginas desde que empezó a recorrer –con suerte diversa- las distintas editoriales, en procura de encauzar sus diecisiete años hacia el dibujo de historoeta que tanto lo apasionaba.

PERSONAJES A GRANEL
Junto con la década del treinta, Carlos Clemen comenzó su prolífica tarea. Creaba personajes sobre la marcha; en la portada de “Pololo”, debajo de la historieta de su personaje Pulgarín, quedaba una tira, que a veces ocupaba un perrito humanizado al que llamó Carocito; otras, personajes circunstanciales a los que probablemente tardaría más en encontrarles un nombre, que en descartarlos; y a veces, el gaucho Don Cirilo Blanco, aquel a quien una vez le preguntaron qué se siente cuando uno sube en “airioplano”, y respondió muy suelto de cuerpo:
-Pues, ¡velay, canejo! ¡Se “siente” el haber subido!
En “Barrilete” –otra de las revistas que contaron con su entusiasmo- rodeaba de chistes gráficos la historieta de su personaje, que daba el nombre a la publicación. La historieta “Barrilete y los suyos” escapaba a todo convencionalismo idiomático y sus personajes usaban el lenguaje natural de la calle, de los que tenían que salir a luchar cotidianamente para ganar el sustento; Clemen conocía bien esa lucha y le resultaba común que el padre de Barrilete aludiera a su tarea de puntear la tierra como un “laburo” cansador, en tanto ante una sugerencia del hijo, le obsequia “veinte guitas” por la buena idea, recompensa que el chico trata de incrementar con una contrapropuesta:
-¿Me dejás faltar al colegio?

Pero aunque el Colegio no figurara entre los lugares preferidos por Barrilete, a partir de 1937, la actividad escolar deberá ser encarada por su autor con menos displicencia, ya que comienza a trabajar en “Figuritas”, cuyo slogan es precisamente “la revista argentina del escolar”.

LAS HISTORIETAS DE “FIGURITAS”
Posiblemente, las historietas más recordadas de Carlos Clemen sean las de esa etapa de su carrera como dibujante; allí, donde Juan Manuel de Rosas tenía un sospechoso aire de familia con Arturo Moreno, el héroe de la historieta de aventuras titulada “El Pie del Diablo”. Ello no es casual: además de historietas, Clemen tenía a su cargo la ilustración de muchas de las páginas didácticas de la revista, y quizá –sin que el dibujante se lo propusiera ni lo sospechara- ese “aire de familia” entre los personajes de hjistorieta y los de la historia argentina, haya posibilitado una mayor predisposición a la lectura del material escolar.
Claro que “El Pie del Diablo” incluía un atractivo adicional: el Gran Concurso de Objetos Perdidos, que consistía en encontrar entre las ilustraciones de la historieta algo supuestamente extraviado por alguno de los personajes, marcarlo con lápiz y enviarlo a Cía. Toddy, la firma comercial que auspiciaba el concurso (una muestra más del interés despertado por las historietas de Clemen), la que todos los meses sorteaba una bicicleta, cinco pelotas de fútbol, y cinco muñecas.
A la historieta de aventuras mencionada, que seguramente no olvidaron aquellos cuya niñez transcurrió sobre el final de la dècada del treinta, cabe agregar “El mundo perdido” (también protagonizada por el personaje Arturo Moreno); “Piratas del aire”; “La isla misteriosa”; “El misterio de la estrella polar”; “El tesoro del muerto”; “Pawnee Bill”… y aún le quedaba tiempo para el humor, que volcaba en las historietas de Carpincho, y “Las aventuras de Pepe Bujía y su ayudante Cometa”, donde pasaban cosas insólitas como la del pajarraco que se tragó el receptor de radio de Pepe, y el mismo continuó la trasmisión por varios días alarmando al joven protagonista de la historieta, no advertido de que los balazos y las amenazas provenían de un radioteatro titulado “La puñalada fatal”.
En cuanto a Carpincho, era un chico práctico: un día estimulaba el amor propio de un aficionado al tiro al blanco a fin de que agujereara una empalizada dejando un orificio que él después aprovechaba para ver un partido de fútbol sin pagar entrada; otro día, cuando el sol se tornaba insoportable recorría la playa hasta dar con algún gordo cuya sombra le sirviera de protección; y a veces, se pasaba de práctico, como cuando lo sorprendió un amigo con una caña de pescar junto a una pequeña laguna, y se entabló este diálogo:
-Carpincho, no seas tonto. ¡Ahí no hay pesca!
-Ya lo sé!
-¿Lo sabes? ¿Y por qué insistes en pescar aquí?
-¡Porque me gusta! –enfatiza Carpincho, agregando ante el azoramiento de su interlocutor: -¿No ves que aquí no me tengo que molestar en poner carnada?

Eran personajes ingenuos pero no carentes de gracia, como Pulgarín, quien al preguntarle el maestro “que animal lo proveía de zapatos y carne”, respondió sin titubear:
-Y… mi padre, señor.

DIFUNDIENDO LO APRENDIDO
Tras dos décadas de ejercer simultáneamente el dibujo humorístico, la historieta y el retrato, Clemen entendió que debía transmitir a las nuevas generaciones cuanto había asimilado con su propia pràctica, de modo que antes de que comenzara la dècada del 50 surgieron los “Estudios Clemen”, figurando entre los primeros dedicados específicamente a la enseñanza del dibujo de historieta. Por supuesto, continuaría en lo suyo con el mismo entusiasmo que lo acompañara durante cinco lustros, y entre otras muchas historietas esporádicas, desarrolló durante cuatro años en “Billiken” una al estilo que siempre lo caracterizó: “Más allá de Zanzíbar”, sin que lo apartara de los cuadros de historieta ni siquiera la flamante responsabilidad que había asumido como editor de sus propias publicaciones, entre las que desde luego, se contaron dos de historietas –“Suspenso” y “Fargo Kid”- además de “Filmograf” (el cine le atraía casi tanto como la historieta).
Un 8 de mayo, hace cuarenta y seis años, este historietista –tal vez no todo lo recordado que se debiera- finalizaba la propia aventura de su vida; esta vez, el argumento no era de él, pero debió acatar el final impuesto, y –cosa curiosa-, a pesar del tiempo transcurrido, no se ha podido completar un inventario de sus personajes, porque en cualquier momento podrá aparecer por allí en alguna revista amarillenta, un personaje comodín que vaya a saber en cuantas oportunidades -¿dos, tres, o más?- habrá surgido presuroso para cubrir una franja blanca en un original a punto de salir para el taller de impresión.
Siulnas