jueves, 21 de agosto de 2008

EL MUSEO DE LA CARICATURA SEVERO VACCARO Y YO


Epígrafes de las ilustraciones:
1
Escena surrealista con los rasgos de Vicente Vaccaro de fondo, que representa mi primer encuentro con el presidente y fundador del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, ubicado por entonces en Av. De Mayo 628. (Boceto previo; el original integra desde 1952 el patrimonio del Museo de la Caricatura.)

2
Dibujo de Ramón Columba mostrándose junto a Vaccaro, a quien reconoce como fundador del primer Museo de la Caricatura.

3
Tapa y contratapa del catálogo especial, hoy casi un incunable que ambicionan tener varios coleccionistas. No es para menos; en sus páginas se encuentran los casi cincuenta expositores representados por su foto, sus datos biográficos y la reprodución de su obra expuesta.

Surgen de pronto en nuestra vida, personajes que no hubiéramos imaginado jamás. A veces nos dan tema para una historieta exitosa: en otras ocasiones desvían nuestra rutina.

Tal es lo que aconteció en mi carrera profesional, cuando conocí a don Vicente Vaccaro, alias “el Capataz”, “el Tábano”, “Cucaracha” y otros motes que han escapado a mi memoria.

Me hallaba a la sazón exponiendo mis complejas geometrizaciones en un local algo distante del centro de la ciudad y bastante lejos del interés de quienes visitan exposiciones.

Los únicos que asistían eran los amigos, y por hacer número se juntaban todos el día de la inauguración, quedando el salón vacío durante los trece días restantes.

Una tarde cualquiera en que pasaba por dicho local para ver si todo estaba en orden entre los cuadros expuestos, me fue entregada una tarjeta con un número telefónico donde se leía: “Vicente Vaccaro, Museo de la Caricatura”.

Fue para mí tan desconcertante la visita desconocida como la noticia de que existía un museo de la caricatura. Y aumentó mi desconcierto cuando después de comunicarme con el visitante de mi muestra, concurrí por su invitación, al citado museo que se hallaba entre bastidores -como diría un hombre de teatro- en una casa de cambios.

Sin embargo, aquel museo improvisado –y valga la paradoja si la hay– mostraba una perfecta organización. Hasta yo estaba fichado merced a la reproducción de uno de mis dibujos junto al anuncio de mi exposición, en un importante diario capitalino.

VICENTE VACCARO Y EL MUSEO DE LA CARICATURA

La idea de fundar un museo de la caricatura le nació a este doctor en Química, por disponer de varios originales de tapas de “Caras y Caretas”. Pero su constante actividad en busca de otros caricaturistas, hace suponer que sin aquellos dibujos, la idea del Museo le hubiera surgido de todos modos.

Porque Vicente Vaccaro era un verdadero sabueso para localizar caricaturas, y estaba atento a los anuncios en las carteleras de exposiciones, por si en alguna de éstas se filtraba la palabra “humor” o “caricatura”.

Cuando un caricaturista era localizado de esta manera e invitado a conocer el museo, se encontraba con la sorpresa de estar “fichado”, como si hubiera intervenido Interpol aunque sólo en el rubro dibujo, y junto a su ficha se hallaban todos los recortes periodísticos que mencionaban su reciente exposición, con una prolijidad que a menudo envidiaba el propio autor. Por su parte, el visitante que trataba por primera vez con Vaccaro, no podía dejar de mirarlo con extrañeza cuando se presentaba como el “Capataz” del Museo o “presidente anticonstitucionalísimo del Consejo Supremisísimo de caricaturistas y caricaturizados”. Pero seguramente lo hubiera mirado con más extrañeza de haberse enterado que, aplicando sus propias ideas sociales, todo el beneficio que producía la Casa Vaccaro se repartía entre sus empleados, a quienes dejó el establecimiento en su testamento.


EL MUSEO DE LA CARICATURA
Y EL GRAN SALTO A LA CALLE FLORIDA

En julio de 1952 realicé mi última exposición en los salones de MEEBA (Asociación -ex Mutualidad- de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes). Si bien mis muestras recibían numerosos elogios y buenas críticas periodísticas –como ya he dicho–, como el local estaba algo distante del centro de la ciudad y bastante lejos del interés de quienes visitaban asiduamente exposiciones; los únicos que asistían eran los amigos, y lo hacían todos el día de la inauguración.

Mi “descubriminto” –o más bien, la “revelación” de la existencia de ese Museo, hizo que yo mismo me viera de pronto, representado con mis dibujos geométricos en un Museo de la Caricatura cuya existencia había ignorado hasta poco antes, en tanto veía enriquecerse a éste con nuevas piezas donadas por sus autores, a la vez que en lo personal comenzaba a vincularme de cerca a firmas prestigiosas del arte de la caricatura.

Allí conocí famosos y no tanto; entre estos últimos figuraba Marcos Siderman, un dibujante 17 años mayor que yo, que se especializaba en caricaturas “simbólicas”, una modalidad distinta dentro de las diversas corrientes de entonces. Ambos aspirábamos a exponer nuestros dibujos en alguna galería de la calle Florida, pero eso no era fácil para nosotros, especialmente sin pagar el alquiler correspondiente.

Sumido en esas cavilaciones, caminaba por la calle Florida mirando al pasar las galerías allí ubicadas, como algo inalcanzable, hasta que descubrí una librería con sala de exposición en el lugar donde posteriormente se instaló el edificio de un Banco, en Florida 363. Descendí –porque la galería funcionaba en un subsuelo debajo de una cafetería muy concurrida en aquellos días– y la casualidad, o la providencia, quiso que encontrara a una compañera de MEEBA, Felisa Zir, contratada allí para enseñar dibujo y pintura a los chicos. Por ella supe que la Galería Picasso -tal el nombre de esta galería- no cobraba alquiler a los expositores, pero su directora, una señorita alemana de mucha visión comercial –Erika Wartensleben–, seleccionaba a quienes ella consideraba indicados para exponer allí.

Logré entrevistarme con la señorita Erika, quien valoró mis dibujos aunque emitió un juicio categórico:

–¡Al señor Siulnas no lo conoce nadie! Una exposición individual no tendría éxito, pero si usted logra reunir algunos dibujantes conocidos para que expongan con Ud., entonces sí será un éxito.

Salí de la galería sin mucha convicción. ¿Cómo convencer a los dibujantes conocidos? Y suponiendo que lo lograra, ¿de qué me serviría a mí esa exposición?

Días después comenté la propuesta a Siderman, y llegamos a la conclusión de que la consigna era categórica: para obtener el salón tendríamos que lograr la participación de algunas firmas consagradas.

Pero eso no era todo; había que conciliar una muestra en la que las obras de varios dibujantes renombrados compartirían las paredes con las de dos humoristas que no siendo noveles, en todo caso eran poco conocidos por el público.

El enfoque de las caricaturas de Siderman era completamente distinto al mío, y lo que ambos hacíamos era a su vez, completamente distinto a lo que hacían los consagrados. Surgió entonces la idea de hacer una selección de consagrados cuyos estilos fueran completamente distintos entre sí; esa sería la justificación aparente de la exposición.

Siderman y yo éramos poco conocidos para atraer gente a una galería, pero nos sobraba voluntad y pudimos reunir a ocho maestros del humor y la caricatura: Ramón Columba, Guillermo Divito, Toño Gallo, Abel Ianiro, Luis J. Medrano, Alfredo Medrano (hermano del anterior) y Lino Palacio. A cada uno debimos señalarle la participación de los otros antes de tenerla confirmada, para lograr su propia participación.

Al final, la cosa salió mejor de lo que pensaba; aunque de una manera distinta a la que alguna vez hube imaginado, había logrado mi objetivo de que mis dibujos se consideraran en pie de igualdad con los de los colegas que ya tenían hecha su carrera, con gran repercusión periodística.


MÁS DIBUJANTES EN LA GALERÍA PICASSO

Aún no se había clausurado la exposición “Gran Miscelánea Humorística” –ése había sido el título acordado para la exposición–, cuando Erika Wartensleben se acercó muy emocionada para comentarme el éxito logrado:

–Ahora hay que hacer otra exposición con más dibujantes –sostuvo categórica.

–Es una buena idea –respondí gratamente sorprendido, pues esa clase de exposiciones (ahora lo sabía) convenía a mi propia y entonces necesaria promoción–. Dentro de un mes, o dos meses…

La expresión de Erika se endureció y sin dejarme terminar la frase, sentenció:

–¡No! Tiene que ser ya. A lo sumo, dentro de quince días…

La directora de la galería era muy categórica y yo sabía que si las cosas no se hacían de acuerdo a su criterio, había que olvidarse de hacerlas. De modo que con Siderman estudiamos el pro y el contra y decidimos que valía la pena aceptar el reto.

Esta vez se sumó a nosotros el “mono” Villanueva, caricaturista del diario “Democracia”, quien se movió a la par nuestra para comprometer a los dibujantes a que participaran. Perla Siderman –hermana de Marcos–, por su parte, colaboró con nosotros para convencer a los más remisos.

Ella logró con su femineidad, persistencia y trato afable, lo que su hermano, Villanueva y yo, difícilmente hubiéramos logrado; por ejemplo, ser recibida por Dante Quinterno en persona, algo que era “tabú” para nosotros y para muchos humoristas. Sin embargo, ello no le valió para obtener la participación del para nosotros legendario creador de Patoruzú; su pretexto era irrebatible:

–Yo no podría dibujarle un Patoruzú para esa exposición, porque el Patoruzú que yo dibujaba en los primeros años ha sido modificado por mi equipo de dibujantes, y el público ya no reconocería al original. Podría hacerle dibujar un Patoruzú por ese equipo, pero entiendo que no es ésa la clase de representación que buscan ustedes en su exposición…

Por suerte, Quinterno fue una excepción (al igual que todos sus colaboradores de entonces, vaya uno a saber por qué extraño influjo). En cambio, hubo participantes renombrados, que se sumaron como “adherentes” aunque no eran caricaturistas; tal el caso de Raúl Manteola, autor de los retratos que entonces publicaba en sus tapas la revista “Para Tí” (en realidad, Raúl Manteola –pese a ser conocido como retratista, y participar en tal carácter en nuestra exposición– había incursionado antes en el humorismo; aún conservo un aviso realizado por él en 1945 para promocionar la película “Escándalos romanos”, en el que caricaturizó a Eddie Cantor en medio de un remate de bellas esclavas), y el de los publicistas Justo Balza y Humberto L. Caputi, que se sentían verdaderamente muy a gusto en nuestro grupo.

Desde luego, que en parte, su participación alteró nuestro esquema, ya que –-más aplomados por el éxito de la primera exposición y con un flamante caudal de experiencia en el trato con los colegas– queríamos evitar que los dibujantes invitados enviaran (como suele hacerse) originales ya publicados. Con ese fin, establecimos un tema: “El otro yo de los caricaturistas de vacaciones”, pero muy pocos lo tuvieron en cuenta; es muy difícil que el dibujante cuya producción en diarios y revistas es considerable, quiera dedicar tiempo a dibujar especialmente para una exposición.

Algunos, más condescendientes, incorporaron su propia caricatura a un dibujo ya realizado; con todo, varios dibujantes se avinieron a responder al tema.

Cuando aún nos hallábamos abocados a la organización de la muestra y comenzábamos a recibir trabajos, se hizo presente con un cuadro suyo el publicista Humberto Caputi –uno de los no alineados en el humorismo– quien nos comentó que un joven y talentoso dibujante humorístico dedicado a la publicidad, estaba interesado en participar en nuestra exposición. Siderman y yo manifestamos nuestro acuerdo en su inclusión, y “el joven humorista” se hizo presente días después con una humorada sobre Hamlet en la que éste, en vez de calavera, sostenía la cabeza del autor del dibujo: era Carlos Garaycochea.



EL CATÁLOGO CON DEDICATORIA

La certeza de que esta segunda exposición tendría una gran trascendencia, nos hizo pensar en lo interesante que sería dejar un testimonio que se proyectara más allá de la clausura de la muestra, y de paso, hacer unos pesos aprovechando tanto éxito (al final, sólo logramos lo primero), y con Siderman y Villanueva editamos un catálogo de 32 páginas que incluía una página en blanco para dedicarla a cada comprador, reproducciones de la totalidad de los cuadros expuestos, foto de los respectivos autores y una síntesis biográfica de cada uno, figurando Alberto Alfano, Eduardo Álvarez, Guillermo Ares, Justo Balza, Bayón (Narciso González), Alberto Breccia, Ramón Caballé, Humberto L. Caputi, Ramón Columba, Juan Ángel Cotta, Federico Norberto Daloisio, Andreu Dameson, Héctor (Rodríguez), Pascual Güida, Juan Carlos Huergo, Landrú (Juan C. Colombres), Elso (Spertino), Fantasio (Juan Gálvez Elorza), Carlos Garaycochea, Guillermo Guerrero, Atilio De Angeli, José Antonio Guillermo Divito, Francisco Delbueno, Miguel Ángel Dobal, Saverio Lotito, Raúl Manteola, Luis Macaya (h), Ermete Meliante, Fernando Sarlo, Pedro Seguí, Marcos Siderman, Arístides Rechain, Rober-Tito (Alvaro Roberto Ortiz), Arturo Rovegno, Antonio Sanguinetti, Florencio Molina Campos, Roberto Mezzadra, Jorge Palacio (Faruk), Francho (Arnoldo Franchioni), Serviliano Solís, Jorge Sturla, Ricardo de Udaeta, Raúl Valencia, Juan Verona, José Pedrido Villanueva, y yo, quedando fuera de catálogo por sumarse a la muestra cuando aquel se estaba imprimiendo, Teófilo Dabbah, Greco, Germán Loperena Vernet, Luis J. Medrano y Pedro Suñol.

El catálogo incluía además, dos semblanzas: una del Museo de la Caricatura y otra de la Galería Picasso, ambas escritas por el escritor e historiador Narciso Márquez, amigo y asiduo visitante del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, al que se refirió en el catálogo editado en 1953, de la manera que se transcribe a continuación:

La república y el arte de la caricatura argentino, tienen ya su Museo. Esto es ya un hecho histórico. y, asimismo, es histórica la forma en que fue fundado. Y va siendo histórico las singulares denominaciones adoptadas para los cargos de los jerarcas que la dirigen. Será también histórica su trayectoria informativa y su proyección dentro de la historia artística de la caricatura. Sigamos un orden, estimado lector, y sabremos algo sobre esta realidad.

I.- Este Museo fue creado por la iniciativa de don Vicente Vaccaro y del maestro Ramón Columba. Ambos coincidieron en la idea y juntos le dieron forma concreta. Naturalmente que con la colaboración decidida de otros grandes maestros de la caricatura y también de los jóvenes que, por cierto, aspiran a que como aquéllos, alguna vez se les llame artistas y, ¡por supuesto!, Maestros, así, con mayúscula.

La colaboración solicitada es fácil comprender en qué consistió: en pedir –en “pechar”, según es el léxico adecuado– caricaturas. Y no copias, sino caricaturas originales, a los maestros, a los que aspiran a serlo y a los diletantes. Y también a las víctimas del lápiz e intenciones de los artistas. De este modo es que hoy el MUSEO DE LA CARICATURA “SEVERO VACCARO” cuenta con más de 150 piezas de primera agua, además de copias magistrales de caricaturas de Leonardo da Vinci y de otros históricos, hechos por verdaderos artistas.

II.- Los fundadores de este importantísimo Museo son la mayoría de nuestros grandes caricaturistas decanos y los de la nueva pléyade que se está irguiendo promisoriamente, no sin que hayan dejado de meter las de andar algunos escritores junto con otros intrusos, por puro amor al arte, cuyos nombres omitimos por razones de espacio, pero que ya han sido recogidos en su oportunidad, para la inmortalidad de ellos y para la historia de este arte magnífico, cuya negación sólo puede hacerse por ignorancia o por los tontos engreídos.

III.- Decíamos que es un hecho histórico, porque su existencia es ya una realidad que entra en los dominios de los Derechos Reales del Código Civil, en la existencia jurídica que otorga el Derecho de Gente y en el trascender artístico de este singular arte que es la caricatura.

IV.- Es una institución con jerarcas, pero sin prosopopeya. La cabeza máxima, especie de Pontífice Máximo, que en otras instituciones se llama con todo empaque y seriedad “Presidente”, en el Museo se le llama Capataz. Los demás jerarcas, pese a la seriedad doctoral y a la ceñijunta expresión de sus rostros, se les llama y acatan el dignísimo título de Peón. Simplemente. Y la sede, que sirve de Pórtico Académico, se le ha denominado “CORRAL” con puro sabor caricaturesco para que armonice con el de las jerarquías. Así, pues, el Corral del Museo de la Caricatura, es ya algo semejante a los Pórtico griego, donde los maestros discurren con los discípulos y donde estos procuran hacer primar sus ideas y teorías “nuevas” sobre las VIEJAS teorías e ideas de los viejos maestros y… de los maestros viejos también. Es decir, lo de siempre.

V.- Los únicos títulos que el Capataz, con displicente gesto de autócrata, ha querido respetar, es el que distingue al Secretario del Museo, el dibujante Alfano (que a sí mismo se pinta en un cuadro de Einstein que se expone en la Galería Picasso) y el de Pro-Secretaria (no de Pro-Secretario), cuya elección se ha singularizado en nuestra gentil y encantadora “concólega” –como decía Sarmiento, el Loco–, la “peona” Perla Siderman. Ambos de eficientísima acción… ordenadora.

VI.- Pero, lo substancial es que el MUSEO DE LA CARICATURA “SEVERO VACCARO” existe. Es el capítulo primero dentro de lo que podemos llamar historia de la caricatura. En ningún país del mundo existe un Museo de este género. Tal prioridad corresponde, en el mundo y en América, a la Argentina, merced al genio de un artista (Columba) y al de un científico (Vaccaro). (Publicado en el catálogo “Nosotros los caricaturistas”editado en 1953.)

LAS NUEVAS DONACIONES

Muchos de los trabajos expuestos en la Galería Picasso en 1953, al finalizar la muestra, pasaron a integrar por decisión y entusiasmo de sus autores, el patrimonio del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro. Entre los donantes figuraron Bayón, Juan Angel Cotta, Norberto Daloisio, Atilio De Angeli, Guillermo Divito, Fantasio, Carlos Garaycochea, Guillermo Guerrero, Pascual Güida, Héctor Rodriguez, Juan Carlos Huergo, Landrú, Luis Macaya (h), Ermete Meliante, Jorge Palacio “Faruk”, Antonio Sanguinetti, Pedro Seguí, y José M. Pedrido Villanueva, internacionalizándose el Museo dos años después con las nuevas donaciones recibidas al concluir la Primera Exposición Panamericana de la Caricatura y el Humorismo realizada en el Salón Peuser.


En la foto: González Fossat, Siulnas y Carlos Garaycochea en la actual sede del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro (1982).

En la foto: Carlos Garaycochea tiene la palabra en el Homenaje a Guillermo Mordillo, en la sede del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro. Detrás, el Dr. Luis Fernández Vaccaro. A la derecha, el homenajeado Mordillo (2003).

LA ACTUAL SEDE

Si bien el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro existe desde hace más de medio siglo, funciona en sede propia desde el 29 de diciembre de 1981 en que la misma fue inaugurada con un acto que reunió a dibujantes, periodistas e intelectuales; los dibujantes que estuvieron presentes son Ferro, Basurto, Siderman, Cativa, Lino Palacio, Sídoli, Toño Gallo, Mirco Repetto, Caloi, Bossio, Mercado, Faruk, Adolfo Mazzone, Liotta, D'Adderio, Taggino, Garaycochea, Cascioli, Borello, Taggino y Limura. Pero ésta es otra parte de la historia y la contaré más adelante.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Siulnas!
Como esat? Te escribo desde San Pablo, donde estoy radicado hace años.
Quiem te escribe e Isaac Hunã ( Isaac Hunt, dibujante e humorista gráfico ); juntos, en la decada del 80, compartimos muchos momentos artisticos junto al museo de la Caricatura,etc. Felicitaciones por este blog!
Absss,
Isaac
ineditos2003@yahoo.com.br

Miguel Dao dijo...

Maestro: Me he permitido citar su párrafo referente a Quinterno en mi blog, con la pertinente cita. Saludos

Anónimo dijo...

Estimado Siulnas:
Cuando en el liminar de Nuestro último Catálogo, dije que usted era "inigualable", creo que con la expresión quedé corto, luego de leer por más de una hora su Blog, entiendo que sus profundos conocimientos históricos, sus vivencias y amor por lo que hace, superan el término empleado.
Siguiendo la tónica humorística y de acuerdo a la entrelínea de alguna parte de la página comentada y captando su agudeza, en la próxima modificación de Estatuto que efectúe de la Fundación Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, el Consejo de Administración tendrá un cambio sustancial de designación de cargos: En vez de Presidente, será Capatáz, en lugar de Vicepresidente Vicecapataz, en el de Tesorero, Primer Oficial de Hacienda, en el de Secretario Peón Mayor y los Vocales serán Peones.
Por otra parte, y volviendo a la página es dable destacar el relato que recuerda a las Exposiciones que se llevaron a cabo en la Galería Picasso, las efemérides que se relatan recordando a prestigiosos dibujantes, la mención a la "querida" revista Patoruzú y a su creador Dante Quinterno que tuvo la gentileza de permitirnos, cuando se festejó el Centenario del Tiro Federal Argentino (1991) de utilizar a "Patoruzú" como emblema de los festejos. Estimado Siulnas como dije en el comentario que le envié usted fué y es un precursor del Museo de la Caricatura, cuya Autoridad es reconocida, agradeciéndole el recuerdo de la actividad de Vicente Vaccaro y su preocupación para fomentar el Arte, unir a los dibujantes y hacerlos conocer a través de la existencia del Museo.

Atentamente
Luis Fernández Vaccaro.-

Siulnas dijo...

Es un gusto tener noticias de Isaac Hunt, un dibujante que participó en las reuniones del Museo de la Caricatura y en exposiciones organizadas en o desde el mismo, entre ellas la que se llevó a cabo en la Sociedad Argentina de Pediatría, con participación de la Peña de los Humoristas (ya me referiré a esta entidad que fundé en 1976)y la S.A. Nestlé.
Gracias por las felicitaciones, y hazme llegar algo de lo que dibujas actualmente para que lo conozcan los visitantes de este blog.

A Miguel Dao le digo: Todo lo que figura en este blog, está a disposición de quienes, como El, trabajan por el progreso de la profesión antes que por el éxito propio, que suele llegar por añadidura.

Al Dr. Luis Fernández Vaccaro, cuyo comentario -repitiendo palabras de mi nieta mayor- "es un lujo", le digo que me gratifica ese reconocimiento que trae a mi recuerdo, los días en que juntos emprendimos la nueva etapa del ya treintañal Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, ahora con sede propia, realizando de entrada un gran catálogo -al que Gerardo Sofovich calificó categórico como "libro" en su programa- para cuya concreción hicimos numerosos viajes supervisando la composición en frío (entonces era lo que se usaba), películas e impresión.
Después seguimos con el Boletín del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, difusor de las exposiciones organizadas dentro y fuera del Museo, charlas y mesas redondas.
Pero vale la pena contar a los visitantes de este Blog, la historia desde el comienzo.
En los últimos meses de 1981, habiendo ya iniciado mi trabajo de investigación para la Historia del Humor, fuí llamado por el Dr. Fernàndez Vaccaro, quien tras presentarse, solicitó mi colaboración con el fin de reabrir el Museo de la Caricatura en la flamante sede de Lima 1037, Buenos Aires, tarea que acepté en forma honoraria y al solo efecto de que se viera cristalizado un anhelo de su fundador -Vicente Vaccaro- compartido por todos los caricaturistas argentinos: que la obra de los profesionales de todos los tiempos, pueda ser apreciada permanentemente en un museo habilitado al efecto.
Mi necesidad de dedicar el mayor tiempo posible a la Historia del Humor en preparación, me llevó en octubre de 1983 a renunciar a mis actividades en el Museo, para abocarme de lleno a la investigación exhaustiva que me permitiera completar la obra con la cual aspiraba a rescatar muchos nombres desdibujados por el tiempo y por injusticias que no escapan ni siquiera a nuestra risueña profesión.
Quedaron entonces algunas asignaturas pendientes, que sería bueno poder concretar antes del Bicentenario, por el aporte significativo que pueden brindar a esta próxima celebración; me refiero a los proyectados Cuadernos del Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, dedicados en la primera etapa, a "El Mosquito" (1863-1893), "Don Quijote" (1884-1903), "Caras y Caretas" (1898-1939), "Cascabel" (1941.1948), etc. con el mayor acopio de información y un muy importante material gráfico.
Tal vez ahora aparezca el sponsor que esperàbamos 25 años atrás, ya que la oportunidad sería inmejorable, considerando el marco que brinda este Bicentenario, en el que el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro no puede dejar de ocupar un lugar protagónico.
Por todo ello, amigo Luis Fernández Vaccaro, tras reiterarle mi agradecimiento a sus conceptos, le informo que el "Peón" Siulnas sigue dispuesto a hacer con el mismo amor que hace 25 años, lo que haya que hacer para que este valiosísimo legado a la cultura popular, debido a la inspiración de un químico no pierda el protagonismo que ya tiene y otros le disputan.
Siulnas

Anónimo dijo...

Estimado Siulnas,
grato por recordar mi persona.
De mis trabajos devo comentar que,aqui em Brasil , crie mi dibujo nacionalmente mas conocido: Xuxinha , para la Xuxa, personaje infantil inspirada en la presentadora de TV, Xuxa.
Site:www.portalx.com.br
E actualmente, entre otros trabajos, estoy desarrollando,como productor iniciante e independiente, la primera pelicula de suspense/policial/sobrenatural del Brasil: LEGION.
Site: wwww.legion.com.br
Mucho suceso e abs para todos los amigos del museo!
Abs,
Isaac Huna
( Isaac Hunt )