Caloi en la inauguración de la nueva sede del Museo de la Caricatura Severo
Vaccaro. 1982.
Caloi humorista ha sido mucho más que el padre de Clemente,
ese hijo de tinta china que se anticipó al de carne y hueso, Tute, a quien hoy
acompañamos en este triste momento para el humor.
Hace 33 años, Clemente, máximo símbolo entonces de un
Campeonato Mundial de Fútbol, desde su mundo de historieta que más que una tira
es una tribuna, recapacitó con motivo del fallecimiento de Oski:
-Si Oski no hubiera existido antes, yo no podría existir
ahora.
El mismo Caloi recapacitó también a propósito de Calé:
“Era como si alguien sacaba fotografías de mi barrio. Cuando
Calé ya desaparecía, y yo era un profesional, empecé a valorizar su obra,
porque a la par de él, el barrio, los valores y todas esas cosas que Calé
también describía empezaban a desaparecer. Es ahí donde la figura de Calé
crece, se agiganta, no por la nostalgia sino por la profundidad con que había
pintado una parte de mi vida, que curiosamente era la misma de la mayoría de
los argentinos. Y además de una parte de la historia política, porque Calé es
el pintor de la cultura popular de la etapa peronista. El barrio, sus
instituciones, su gente, sus personajes eran un baluarte de la cultura
peronista…”
Cuando digo “ha sido mucho más que el padre de Clemente”, no
lo digo pensando en los personajes que le antecedieron, que también tuvieron lo
suyo –Artista, flor, ejecutivo; el perro Suncho; el mismo Bartolo, al que
desplazó Clemente de la tira…-; lo digo fundamentalmente por la significación
del Caloi humorista. Y es a éste al que quiero recordar en este momento, a
través de dos de sus dibujos antológicos, uno sobre la confusión de un
peronista, allá por 1968, cuatro años antes del regreso de Perón a la Argentina, y el otro
realizado en 1982, a
propósito de la Feria
del Libro.
Siulnas
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