miércoles, 30 de junio de 2010

PEDRO SEGUÍ, ENTRE LOS MATREROS Y LAS “CHICAS”




A mediados de los años 80, entre los pintores y dibujantes que en la porteña calle Caminito en el barrio de la Boca, realizaban y ponían en venta sus creaciones a la vista del público, solía encontrarse un dibujante humorístico que alcanzó gran notoriedad en las décadas del 40 y el 50.
En los últimos tiempos, el creciente deterioro de su salud había limitado su participación a la realización de los dibujos que su esposa –“Chiquita”, como la llamaba desde siempre- siguió trasladando hasta el stand en que eran ofrecidos en venta a los turistas.
Era todo lo que podía hacer el otrora inquieto dibujante Pedro Seguí, cuya pasada capacidad de producción lo había convertido en uno de los más solicitados dibujantes de esos años.
Todos los fines de semana, “Chiquita” hacía el trayecto desde Lomas de Zamora hasta la Boca, llevando nuevas obras del marido mientras trataba de insuflarse ánimo convenciéndose a sí misma que de alguna manera, esta experiencia atípica en sus vidas, mantenía vigente el nombre del dibujante con el que compartiera éxitos aquí y en el Brasil; era una forma de contribuir a que no se apagase del todo esa popularidad de otros tiempos.
Pero lo que realmente se estaba apagando era la propia vida del dibujante; por eso a “Chiquita” cada vez se le hacía más interminable ese trayecto de los fines de semana. Pero a los turistas hay que mostrarles la mejor expresión; ellos están paseando, no les interesa convertirse en receptores de penurias ajenas.
De todos modos, el primer fin de semana de julio de 1988, “Chiquita” no concurriría a la calle Caminito; un día antes, el viernes 1º, mientras los diversos medios gràficos, radiales y televisivos recordaban el fallecimiento de Leandro N. Alem y Juan Domingo Perón, la vida de Pedro Seguí se extinguía silenciosamente, tan silenciosamente que sólo con el correr de los días sus colegas más cercanos supieron de su deceso…

UNA HISTORIA QUE COMIENZA EN CONCORDIA
-Yo era muy inquieto y andariego –solía recordar Pedro Seguí a propósito de la infancia en su Concordia natal donde su madre tenía campos en los que había montes habitados por “matreros”.
-La gente no me cree cuando digo que conocí verdaderos matreros –se quejaba el dibujante al admitir haberlos conocido por ir a todos lados con los peones:
-Así fue cómo conocí esa gente.
“Gente” que caricaturizó con maestría en algunas páginas de chistes gráficos publicadas en “Rico Tipo” y en la graficación de una versión de Juan Moreira publicadas en la revista “Humorón”, donde también interpretó gráficamente el “Martín Fierro”. Claro que esta era apenas una de las especialidades del dibujante, que se caracterizó por el atractivo que supo dar con su trazo a la figura femenina, de obligada presencia en las ilustraciones que realizaba. Y por si ello fuera poco, los personajes que le fueran encomendados crear para ilustrar diversas secciones redaccionales, fueron tan certeramente logrados, que –como lo aseverara Franco Panzera en 1954- “la notoriedad y rápida fama de los mismos hubo de repartirse entre ambos: autor e ilustrador”.
Sin duda, tal aseveración vale para recreaciones como las de Juan Mondiola, que escribía Miguel Babio Esquiú, y El Ñato Desiderio, que Manuel A. Meaños llevó de la radio a “Rico Tipo”.

LA RELACIÓN CON DIVITO
Pedro Seguí se había iniciado en la profesión como ayudante del dibujante Divito, cuando éste aun integraba el plantel de colaboradores de “Patoruzú”; por supuesto, cuando este popular dibujante se lanza con “Rico Tipo”, no quiere desprenderse de su ayudante, llevándolo con él a la nueva publicación. Pero Seguí, que al margen de esta tarea compartida siempre había sacado tiempo para dibujar en su propio estilo, tenía como objetivo no seguir siendo el ayudante de Divito, sino un dibujante más de “Rico Tipo”, propósito al que contribuye Miguel Babio Esquiú, al entusiasmarse ante la recreación gráfica que de su personaje Juan Mondiola realizara Seguí, en quien había recaído accidentalmente la tarea de ilustrar esa página.
Y “Rico Tipo” se convierte para Seguí en una verdadera catapulta: a las numerosas publicaciones que requieren sus dibujos –“Mundo Argentino”, “El Hogar”, “Leoplán”, “Antena”, “Chicas”, “El Trencito”, entre tantas otras- se suma el requerimiento de las agencias de publicidad para promover con sus dibujos productos de las marcas más renombradas de esos años; hasta tendrá su propia academia de dibujo en plena calle Florida. Su actividad previa como ayudante de Divito tiene mucho que ver en esto; de tanto colaborar con el famoso creador de las “chicas” conocidas como “las Divito”, Seguí ha alcanzado una verdadera especialización en el género, y cuando puede estampar su propia firma al pie de las mismas, las dibuja “más naturales” que las de su ex jefe, quien en realidad había hecho una muy exagerada caricaturización de la mujer argentina que muchas tomaron al pie de la letra, llegando a las mayores mortificaciones –modelador combinado para lograr la misma silueta que las chicas dibujadas, etc.- al suponer modelo de perfección lo que no era sino una caricaturización.
Seguí, en cambio, más que una caricatura hizo casi un retrato de la mujer argentina, pese a lo cual, muchas de las publicaciones que requirieron sus dibujos buscaron contraponer esas chicas a las de Divito, como una forma de competir con “Rico Tipo”; tal es el caso de revistas como “Pobre Diablo” y “Tío Vivo”, entre otras.

PARTIDA Y RETORNO
En pleno éxito, Seguí se traslada con su esposa al Brasil, donde el dibujante colaborará en varias publicaciones ejerciendo a la vez su profesión en el medio televisivo, hasta que al cabo de tres años la pareja decide regresar a la Argentina, una Argentina distinta a la que dejaron al partir. Una Argentina en la que revistas humorísticas como “Rico Tipo” y “Patoruzú” habían dejado definitivamente atrás aquellas increíbles ediciones de casi 300.000 ejemplares semanales cada una; una Argentina en la que la revista “Tía Vicenta” –el boom en el género, de 1957, como 13 años antes lo había sido “Rico Tipo”- había tenido que convertirse en suplemento dominical del diario “El Mundo” para asegurarse un tiraje razonable.
Pareciera que las nuevas generaciones de lectores no se sienten demasiado atraídos por el humor, al menos por el tradicional humor por el humor mismo, ya que las dosis de humor incluidas en las revistas de historietas de aventuras, parecen despertar una adhesión mayor. Y Pedro Seguí se pone a dibujar historietas cómicas de aventuras, no importa la cantidad de cuadros; dibuja Conga, para “Capicúa”; Johny Retruenos y Tuerkito y Gasolina, para “Lúpin”. Después, vuelve a dibujar chistes gráficos, ahora para la revista “Telecómicos”, cuyo director –Aldo Cammarota-, aprovechando el parecido físico entre el dibujante y el candidato a presidente por la Nueva Fuerza en 1973, Julio Roberto Chamizo, compromete a su colaborador periodístico para personificar al dirigente político en el programa de televisión.
Esa aparición televisiva permitió a quien esto escribe ubicar al dibujante que necesitaba en su propia revista, no para dibujar chicas, sino para dibujar gauchos; tal elección la justificaba una página titulada “Gente de ajuera”, publicada en “Rico Tipo” casi 30 años antes, donde aparecían gauchos como los imaginados para la ya mencionada versión humorística de Juan Moreira. Así localizado a través de Cammarota, el Pedro Seguí dibujante reapareció con fuerza en “Humorón”, a tal punto que al realizarse una exposición humorística organizada por esta revista en una galería comercial, la gente hace largas colas para obtener un dibujo suyo.
Redescubierto por esos años, Pedro Seguí es requerido por diversas publicaciones: “Mengano”, “Media Suela”, “Pitos y Flautas”, “Hortensia”…
Pero ya no son los viejos años de “Rico Tipo”, ni él es el dibujante inquieto y andariego de aquellos tiempos; los periódicos desmayos se van convirtiendo en algo temido y esperado; las piernas tampoco responden demasiado… Hasta el simple trayecto de Lomas de Zamora a la Boca los fines de semana, se vuelve una pesada carga que termina por delegar en su mujer. Así el stand de la calle Caminito se convierte en el nexo entre Pedro Seguí y el mundo exterior, un nexo relativo, porque Seguí, al aceptar el ostracismo a que lo somete su salud quebrantada, pierde voluntariamente contacto con el mundo externo, a tal punto que hasta la noticia de su muerte llega varios días después, aunque para algunos pudo resultar una sorpresa no la noticia de su muerte, sino enterarse que la misma era reciente.
Poco importaba ya; porque el nombre de Pedro Seguí hacía ya tiempo había quedado incorporado a los mitos porteños.
Oscar Vázquez Lucio (Siulnas)

No hay comentarios: