Epígrafes: Contratapa y Tapa de “Tergi verseando cuentos”; Tapa de “Bric a Brac”; Tapa de “Mi Antidiccionario Maldito”.
Una de las cartas de Narosky a Siulnas: Retrato de Adelino Narosky; Una de las cartas de Siulnas a Narosky.
Hay un libro de epitafios que no puedo dejar de recordar cada vez que me entero con posterioridad, del fallecimiento de un amigo del que hacía algún tiempo no tenía noticias; su autor es Félix Bernard, y el epitafio que viene a mi memoria en tales circunstancias es uno que dice:
“Doña Eloísa Zabaleta
dama muy culta y discreta
por si acaso se moría,
ella en vida se escribió
su epitafio, que decía
tal cual aquí copio yo:
-‘A sus amigas, perdón
pide Eloísa Zabaleta
si ya no hace recepción,
y no les pasa tarjeta
de esta su nueva mansión”.
Esto viene a cuento, porque en estos últimos días, y gracias a mi imprescindible y eficaz colaboradora periodística Anamaría Blasetti y sus contactos, pude enterarme –aunque tardíamente- de la muerte de dos buenos amigos míos, ocurridas ¡varios meses atrás! Uno de ellos es Naum Cherniak, radicado en Mar del Plata, donde falleció el último 7 de marzo –(cuyo artículo dejo a mi colaboradora, por considerar inmejorable lo que ella escribió en otras ocasiones sobre Cherniak; pueden leerlo trasladándose a http://siulnaszapping.multiply.com)-; el otro amigo fallecido, es Adelino Narosky, radicado en Adrogué. A este último, que falleció a los 93 años, el pasado 14 de agosto, voy a referirme ahora.
-Tenés que conocer a Adelino Narosky…
La imperativa afirmación provino de Juan Luis Ribas, director, unos cuantos años antes, de la edición argentina de la revista de origen chileno “Pobre Diablo”, y poseedor de una larga trayectoria como editor y humorista gráfico, en la parte redaccional.
Y así fue como un buen día me encontré en una casa de la calle Macías, en la localidad bonaerense de Adrogué, viendo y escuchando todo lo que el tal Adelino Narosky me proponía.
Tenía que conocerlo, tenía razón Ribas; y nació una amistad que por razones de la distancia que media entre Morón y Adrogué fue más epistolar que personal. El le echaba la culpa a que yo vivía demasiado lejos; yo sostenía que el que vivía demasiado lejos era él.
Pero esa lejura contribuyó al enriquecimiento de nuestra forma de comunicación: la epistolar, que se mantuvo en forma periódica durante casi dos décadas, aunque como se señala en una de las cartas que yo le envié en mayo de 2000, “si las juntáramos buscando coordinarlas, no surgiría algo semejante a los Diálogos de Luciano de Samosata, ni a los Diálogos de Platón” y “tampoco resultarían útiles como el Diálogo socrático”, pero el ingenio y la mordacidad siempre estaban presentes, como en esta de Adelino de agosto de 1992 que comienza diciendo:
“CEREBRO BRILLANTE.- En esta oportunidad he recibido una carta realmente ingeniosa, pero no ha sido la tuya. Me la envió un amigo desde Concordia…”
Ese estilo está presente en todas nuestras cartas:
“QUERIDO AMIGO.- -me escribe el 22 de abril de 1992- Así lo siento. Lo siento.”
Aunque no retaceaba el elogio, cuando lo consideraba necesario; el 19 de mayo de 1998 me señala:
“LA NOTA PARA EL DIARIO LOCAL.- Ya sabes que periodista es ‘aquel que puede expresar claramente aquello que no ha entendido’. Esa es la causa por la que El Cóndor no te publicó esa destacada e ingeniosa pieza literaria que te representa en un dúo consigo mismo y que tuviste la buena idea de enviarme. La pasaré a algunos amigos.”
Lo cierto es que fueron muchas las cartas que pasó a sus amigos, que no eran pocos. Por algo más de una vez coincidimos en la idea de que alguna vez tendríamos que compilarlas en un libro.
Dueño absoluto de la palabra escrita, a menudo para equipararlo, traje a mis cartas, en auxilio del escritor, al dibujante, surgiendo por mi parte, cartas como las que en parte, se reproducen aquí a manera de ejemplo.
No era para menos; el 25 de diciembre de 1985, me remitió esta crítica a mi libro:
“Amigo Siulnas: Si quisiera desmajolar el canecimiento que provoca en uno la revisión de su obra, tendría que enlezar primero el bálamo que representa su arte abacial. Un historiador que comienza entezando lo mejor de sí, y donde se hace evidente la abusión de su sensibilidad, ya da el tono circuciente y prepara a sus lectores para un futuro bacallar.
“Esa es la impresión badil que ha dejado usted con su libro. Con su interpretación engoral del inicio y los efluvios abregos, ha conseguido extenderse a las demás interpretaciones cuasi quilénicas.
“Es probable que en la mastalgiación de esta crítica letame, me haga quedar usted como el tafanario (*)
Muchas gracias
(*) Busque por lo menos ésta en el diccionario.”
Al margen de estas cartas, que por su nivel y cantidad, e interés que pueden llegar a despertar, tal vez alguna vez deberían volcarse en un libro, Narosky ha celebrado su 70º cumpleaños publicando en 1986, su libro “Tergi verseando cuentos”, que prologó –como no podía ser de otra manera- Ribas, señalando entre otras cosas: “Narosky luce, primero, cultura; después, humor. Y si bien apostaría a que esta obra puede resultar premiada por la Secretaría de Cultura y luego prohibida por la misma y posteriormente levantada dicha sanción, es honesto adelantar que sus muy breves historias no le pertenecen, sino que son el resultado de un conjunto de viejos chistes acumulados en polvorientos biblioratos, clasificados minuciosamente de A a Z…”
En el ejemplar que me dedica, Adelino escribe:
“Le hago la competencia.
Puse un libro en el mercado
y le digo: yo he triunfado
si se ríe con mi ciencia.”
No sería el único libro que “puso en el mercado”; en 1995 publica “Bric a Brac”, libro prologado por Rodolfo Castro, que origina este comentario de Marco Denevi en carta remitida a Narosky:
“¿Y usted me pide que sea indulgente con ‘Bric-a-brac’? Usted es el que debiera ser más indulgente con nosotros, sus lectores, y no echarnos encima tal catarata de ingenio, de buen humor, de comicidad fina y originalísima, de hallazgos verbales, de sorpresas conceptuales, de ironías, de gracia…”
En tanto Antonio Requeni opinaba:
“Acabo de leer ‘Bric a brac’ y todavía no se me borró la sonrisa que me acompañó durante toda la lectura. Libros como el suyo hacen mucho bien en esta época en la que tantas cosas conspiran contra el inocente hábito de sonreír…”
En el año 2004, Narosky publica “Mi Antidiccionario Maldito”, que dice haber elaborado desde sus 9 años hasta los 86 que tiene entonces. También reflexiona en la carta que me hizo llegar después de enviarme (pagando un remis desde Adrogué hasta Morón) el ejemplar dedicado: “Para un personaje excepcional, un libro excepcional de un autor excepcional”, consigna fiel a su estilo.
No era fácil diferenciar cuándo se escuchaba a Adelino Narosky, cuándo se leía una carta suya; siempre era excepcional. Y le gustaba que se lo dijeran; tanto le gustaba que costeó esa edición de 500 ejemplares registrada “en ningún lugar”; “el libro –enfatizaba- no ha sido (ni será) puesto a la venta pues si lo hago no disfruto”.
Esta obra antológica de 260 páginas en el formato de 15 x 21 cm., prologada por José Miguel Heredia –autor de la inolvidable historieta “Perro Mundo”- incluye, entre muchas otras, definiciones como éstas:
“BEST SELLER.- En literatura, significa que un libro no es el mejor sino el más vendido. En política, en cambio, cuando uno no es el mejor sino el más vendido, se le puede decir simplemente ‘corrupto’.
CRÍTICA.- Habilidad para encontrar razones para no admirar.
LIBRO.- Hay varios tipos. Los que hacen pensar y los que ayudan a no pensar. Además están los que uno compra y no lee, los que uno lee y no compra, y los que uno quisiera leer y nunca se han escrito.
MÉDICO.- Aquel que prescribe medicamentos que conoce poco, a un cuerpo ajeno que desconoce en absoluto.
PERIODISTA.- Oficio en el que se pasa mitad de la vida hablando de lo que no sabe, y la otra mitad callando lo que sabe.
POETA.- Algunos tienen mucha imaginación; imaginan que los demás gozarán leyendo sus versos.
SÍ.- Final de la independencia.”
Aunque hoy Adelino Narosky pudiera echarle la culpa de nuestra incomunicación a que yo vivo demasiado lejos, y yo sostenga que el que vive demasiado lejos es él, sigo esperando una carta suya con la “tarjeta de su nueva mansión” para saber adónde puedo responderle de ahora en más. Después de todo, “excepcional” significa que forma excepción de la regla común o general; que se aparta de lo ordinario, o que ocurre rara vez… Y Adelino era, efectivamente, un “autor excepcional”.
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